“Entonces yo estaba en la calle otra vez, donde ocurría de todo. Yo me encontraba muy feliz, y, al mismo tiempo, preocupado. Cinco años trabajando en una fábrica me habían adormecido la creatividad. Pero dormida o no, la situación me obligó a enfrentarme a un nuevo comienzo.”
Eso lo decía el fotógrafo francés Robert Doisneau, autor de la archifamosa foto de los dos amantes besándose delante del Ayuntamiento de París, recordando la fecha de su despido de la fábrica en la que trabajaba como fotógrafo. Eso le obligó a hacer de la necesidad virtud y volver a poner en pie una carrera profesional que le convertiría en uno de los fotógrafos del alma de la capital francesa por excelencia.
Doisneau había nacido en el seno de una familia de la pequeña burguesía parisina, y que empezó su andadura profesional como grabador y tipógrafo, hasta que decide pasarse a la fotografía, y entra en contacto con la tendencia etiquetada como Nueva Objetividad, de la mano de André Vigneau. Sus primeros trabajos son de 1929, y la crisis de los años 30 le pilla de lleno y es cuando entra en la factoría de Renault, de la que terminará por ser despedido por no cumplir con el horario laboral.
La guerra hizo que fuera movilizado por el ejército hasta el año 1940, y durante la contienda, además de colaborar con la resistencia, seguirá fotografiando la ciudad ocupada. Una persona tímida convertirá eso en una de las señas de identidad de su trabajo, en el que las personas ocupan un lugar central, acompañadas por un fino sentido del humor. Así, irá dando forma al París de los pensionistas, los niños, los trabajadores, las prostitutas, los jóvenes, retratando todo el paisaje humano que comparte espacio en las calles y barrios de la capital francesa.
Doisneau se convierte en un testigo de la vitalidad de la ciudad, a través de unas fotografías que destilan un fino sentido de la ironía, a veces también melancolía escondida detrás del filtro humorístico. En 1950, la revista Life encarga a varios fotógrafos un reportaje sobre los amantes en las calles de París, y ahí está el origen de la foto más famosa de nuestro fotógrafo con la que abro este artículo y que se ha convertido en un auténtico icono de la ciudad de la sensualidad y del amor.
Una imagen que en su día al editor de Life no le pareció gran cosa e incluso se publicó sin poner el nombre del autor, lo que no impidió que se convirtiera en una foto que aparecerá reproducida en infinidad de objetos. Años más tarde el propio fotógrafo, que se tuvo que enfrentar a demandas judiciales por derechos de imagen, reconoció que utilizó a dos estudiantes de una cercana escuela de teatro, Françoise Bornet y Jacques Carteaud, novios en aquel entonces. Una foto que tomó sentado en la silla de una terraza de un café, y que refleja a una Francia joven, impulsiva, que está saliendo de las consecuencias de una guerra mundial. “La fotografía se convirtió en un símbolo y los símbolos tienen su propia verdad”, escribe Hans-Michael Koetzle en Photo Icons. The story behind the pictures (vol. 2).
Esa foto ocultó en cierta medida el grueso de la producción de Doisneau, al que se ha definido como el fotógrafo de la gente corriente, un auténtico cazador de imágenes, de los gestos corrientes, cotidianos, esos que hacemos sin pensar y de forma inconsciente, unas fotos que nos muestran a un fotógrafo tímido que casi se disculpa por haber tomado la instantánea, de ahí que evitara los primeros planos a favor de una distancia que capta el ambiente urbano en el que se inscriben sus improvisados modelos, para lograr unas fotos llenas de aire, de atmósfera, de una belleza sencilla, de instantes fugaces convertidos por obra y gracia del artista en arte.
4 comentarios:
Me encanta....de siempre y ahora mucho mas...
Es difícil, incluso diría que es imposible, no dejarse atrapar por las fotografías de este artista.
Abrazos!!
Me han gustado muchísimo las
fotografías...y también una vez más he aprendido el nombre de este
artista.
Actualmente creo que en París,en el lugar público donde más se besan las parejas es delante de la
puerta principal de la Catedral y
encima de la loseta que indica el
punto cero.
Muy bonito todo.
Un abrazo.
CALAMANDA
Doisneau tiene una obra que hace llegar muy bien el pálpito de las vidas corrientes que se dan cita en las calles de París, una ciudad de esas a las que volver.
Besos y buen fin de semana!!
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