lunes, 17 de marzo de 2008

Los que ríen los últimos (La Zaranda)


El grupo andaluz (de Andalucía la Baja) La Zaranda, trajo hasta Laboral Escena su último montaje estrenado en 2006, y que se desarrolla fuera de los parámetros tradicionales de planteamiento, nudo y desenlace, para contarnos una historia triste, nostálgica, de sueños perdidos y, al mismo tiempo, divertida.

Los que ríen los últimos es la crónica de un viaje por los extensos territorios de la memoria, de la reflexión en torno a las vidas de tres viejos payasos (los hermanos Zarandini) en crisis existencial en un mundo en el que la gente cuando habla no emite más que ruido, y en el que los niños ya no se saben reír.

Con muy pocos elementos logran construir un mundo de fantasía por el que nos llevan a los espectadores con una ternura exquisita, para que nos emocionemos con sus peripecias por caminos que cruzan el inmenso vertedero en el que hemos convertido al planeta, y en el que seguir el rumbo de las estrellas más brillantes es una quimera más cuando los sueños se persiguen pero no se alcanzan, porque si se llega a ellos ya no son sueños.


Los hermanos Zarandini, últimos representantes de una estirpe que se remonta a cinco generaciones, nos llevan a un viaje en el tiempo, a lugares remotos, recónditos, desconocidos deformados por una memoria que sólo recuerda los buenos momentos, un viaje para el que la risa es el billete que hay que sacar, y lo único que permite mantener un atisbo de esperanza en medio de la crudeza de un mundo que va a la deriva.

Los confetis de colores, los oropeles gastados, el maquillaje tantas veces utilizado, apenas si logran ocultar un sentimiento de falta de sentido, de desequilibrio, en el que frágiles escaleras conducen a un cielo incierto, al reino de los no vivos, a ese lugar en el que intentar hacer reír a la muerte.

Hay dos cosas que acompañan a los hermanos (interpretados por Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos, bajo la dirección de Paco de La Zaranda, y con texto de Eusebio Calonge), a lo largo de su periplo, como son la esperanza y el cansancio. Esperanza en encontrar una encrucijada que les sacara del camino de la decadencia y les devolviera el brillo de antaño, y cansancio físico y vital.

En el programa de la función escriben: "¿Sirvió de algo el sacrificio? Acaso para que no pudieran alterar su itinerario hacia lo imposible, someter sus vidas, amordazar sus risas. La risa de los que mantienen la esperanza. La risa de los que aún sienten la nostalgia del paraíso, frente a la carcajada desdentada del tiempo".

Como espectador no tengo respuesta a la pregunta, pero lo que sí tengo claro es que mereció la pena acercarse hasta la Laboral para ver el peculiar viaje a ninguna parte, que nos propuso La Zaranda. Teatro de lo sencillo, cercano, sentimental y tristemente divertido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tambien yo me acerqué a la laboral y la obra me parecio una maravilla, imaginación pura, fue emocionante. lo mejor que veo hace mucho tiempo. lejos del ruido sin sento¡ido que ahora llaman vanguardia o del teatro acartonado que dicen son clásicos.

Pedro Santos

Alfredo dijo...

Gracias por el comentario. Como ya has visto estamos de acuerdo en la valoración de la obra. Es verdad que a veces en nombre de la vanguardia se nos quieren vender motos extrañas, pero también lo es que hay cosas muy brillantes y de calidad. Igual ocurre con el teatro clásico. Por haber, hay de todo.

Saludos.