La resistencia a la información
La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira.
Nuestro siglo es uno de los más sangrientos de la historia; se singulariza por la extensión de sus opresiones, de sus persecuciones, de sus exterminios. Es el siglo XX el que ha inventado o cuando menos sistematizado, el genocidio, el campo de concentración, el aniquilamiento de pueblos enteros mediante la carestía organizada; el que ha concebido en teoría y realizado en la práctica, los regímenes de avasallamiento más perfeccionados que hayan abrumado jamás a tan gran cantidad de seres humanos.
Sin embargo, los que recogen la información parecen tener como precaución dominante el falsificarla y los que la reciben de eludirla (…) En la adulación mutua de los interlocutores de la comedia de la información, productores y consumidores fingen respetarse cuando no hacen más que temerse despreciándose.
Que nuestras opiniones, aunque sean desinteresadas, proceden de influencias diversas, entre las cuales el conocimiento del sujeto figura demasiado a menudo en último lugar, detrás de las creencias, el ambiente cultural, el azar, las apariencias, las pasiones, los prejuicios y la pereza de espíritu, no es nada nuevo.
La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira.
Nuestro siglo es uno de los más sangrientos de la historia; se singulariza por la extensión de sus opresiones, de sus persecuciones, de sus exterminios. Es el siglo XX el que ha inventado o cuando menos sistematizado, el genocidio, el campo de concentración, el aniquilamiento de pueblos enteros mediante la carestía organizada; el que ha concebido en teoría y realizado en la práctica, los regímenes de avasallamiento más perfeccionados que hayan abrumado jamás a tan gran cantidad de seres humanos.
Sin embargo, los que recogen la información parecen tener como precaución dominante el falsificarla y los que la reciben de eludirla (…) En la adulación mutua de los interlocutores de la comedia de la información, productores y consumidores fingen respetarse cuando no hacen más que temerse despreciándose.
Que nuestras opiniones, aunque sean desinteresadas, proceden de influencias diversas, entre las cuales el conocimiento del sujeto figura demasiado a menudo en último lugar, detrás de las creencias, el ambiente cultural, el azar, las apariencias, las pasiones, los prejuicios y la pereza de espíritu, no es nada nuevo.
Comportarse científicamente, en otras palabras, unir racionalidad y honradez, es no pronunciarse sobre una cuestión más que después de haber tomado en consideración todas las informaciones de que se puede disponer, sin eliminar deliberadamente ninguna, y después de haber sacado lo mejor que se sepa y de buena fe las conclusiones que parezcan autorizar.
¿Qué es nuestra civilización?
No parece, pues, el momento adecuado para hablar de una civilización común, cuando la humanidad se lanza de nuevo deliberadamente hacia la fragmentación, glorifica la incomprensión recíproca y voluntaria de las culturas.
Hoy, como antaño, el enemigo del hombre está dentro de él. Pero ya no es el mismo: antaño era la ignorancia, hoy es la mentira.
El gran tabú
En democracia, el obstáculo a la objetividad de la información no es ya, pues –o lo es muy poco-, la censura; lo son los prejuicios, la parcialidad, los odios entre partidos políticos y las familias intelectuales, que alteran y adulteran los juicios e incluso las simples comprobaciones (…) Lo que más paraliza, cuando la censura ha dejado de existir, es el tabú.
La potencia adúltera
En realidad, la mayoría de las gentes que crean periódicos u otros medios de comunicación lo hacen para imponer un punto de vista y no para buscar la verdad.
La prensa quiere ser un contrapoder y se ve como tal. Pero actúa a semejanza del poder e incluso más brutalmente que éste, para suprimir lo que le molesta, porque está menos controlada que él: hablo de un control profesional y deontológico, el cual, en su caso, es inexistente. La prensa además es el único poder en el que no hay ningún control (…) a veces, en las democracias, los peores ataques contra la libertad de la prensa proceden de la misma prensa.
El fracaso de la cultura
Como dice Swift: “No podéis conseguir que alguien abandone por el razonamiento una convicción a la cual no ha sido conducido por el razonamiento”.
Un grupo humano se convierte en multitud cuando se vuelve súbitamente sensible a la sugestión y no al razonamiento, a la imagen y no a la idea, a la afirmación y no a la prueba, a la repetición y no a la argumentación, al prestigio y no a la competencia.
¿Qué es nuestra civilización?
No parece, pues, el momento adecuado para hablar de una civilización común, cuando la humanidad se lanza de nuevo deliberadamente hacia la fragmentación, glorifica la incomprensión recíproca y voluntaria de las culturas.
Hoy, como antaño, el enemigo del hombre está dentro de él. Pero ya no es el mismo: antaño era la ignorancia, hoy es la mentira.
El gran tabú
En democracia, el obstáculo a la objetividad de la información no es ya, pues –o lo es muy poco-, la censura; lo son los prejuicios, la parcialidad, los odios entre partidos políticos y las familias intelectuales, que alteran y adulteran los juicios e incluso las simples comprobaciones (…) Lo que más paraliza, cuando la censura ha dejado de existir, es el tabú.
La potencia adúltera
En realidad, la mayoría de las gentes que crean periódicos u otros medios de comunicación lo hacen para imponer un punto de vista y no para buscar la verdad.
La prensa quiere ser un contrapoder y se ve como tal. Pero actúa a semejanza del poder e incluso más brutalmente que éste, para suprimir lo que le molesta, porque está menos controlada que él: hablo de un control profesional y deontológico, el cual, en su caso, es inexistente. La prensa además es el único poder en el que no hay ningún control (…) a veces, en las democracias, los peores ataques contra la libertad de la prensa proceden de la misma prensa.
El fracaso de la cultura
Como dice Swift: “No podéis conseguir que alguien abandone por el razonamiento una convicción a la cual no ha sido conducido por el razonamiento”.
Un grupo humano se convierte en multitud cuando se vuelve súbitamente sensible a la sugestión y no al razonamiento, a la imagen y no a la idea, a la afirmación y no a la prueba, a la repetición y no a la argumentación, al prestigio y no a la competencia.
Una moda intelectual es el fenómeno por el cual una teoría, un conjunto de enunciados, que no son a menudo más que un grupo de palabras, se apoderan de un número significativo de espíritus por medios distintos de la demostración.
2 comentarios:
Me has dejado sin aliento. Muy bueno tu post. Es tan denso, en riqueza, que conviene digerirlo. POr lo pronto, me has picado la curiosidad por leer ese libro y ese autor, estará en los pendientes para este verano.
Me deja una pregunta pendiente: ¿cuál puede ser nuestro papel, ante un panorama, sino desolador, al menos bastante gris?
Hola Daniel. Este libro yo le leí dos veces y en la segunda lectura, unos años después de la primera, le encontré que había cosas que no habían envejecido bien, pero las tesis de fondo siguen siendo válidas.
Revel fue (falleció hace unos años) también fue director de periódico en Francia así que sabe perfectamente de que habla. También analiza el uso diferente de la mentira en las democracias y en las dictaduras como la soviética (todavía existía la URSS cuando lo escribió), sobre las idelologías, sobre el racismo y el uso que hacen los medios del tema, por ejemplo.
Se puede estar de acuerdo más o menos con lo que dice, pero de lo que no hay duda es que era un intelectual muy potente.
Ante el panorama que dibuja creo que a lo único a lo que nos podemos agarrar es a nuestra honradez y sentido crítico para distinguir la información del ruido que la rodea. Como ya comenté en tu blog creo que la cultura es la única rebeldía posible.
Ciudadano culto, formado, crítico y honrado. Nada más y nada menos. Soy un utópico, lo sé, pero creo en ello y a ello me aferro como ese peón de ajedrez que se agarra a su casilla y resiste todos los embates.
Un saludo!!
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