miércoles, 20 de noviembre de 2013

William Kentridge: El teatro de la mente

Drawing from Stereoscope, 1998-99.

Después de estudiar mimo y teatro en una prestigiosa escuela parisina, el sudafricano William Kentridge (Johannesburgo, 1955), se dio cuenta de que su camino artístico no estaba vinculado a la escena, al menos como actor, por lo que decidió dar un giro para dedicarse por completo al arte, sin perder por ello la vinculación teatral que ha mantenido como director, escenógrafo o guionista, lo mismo que en el cine.

Adaptability: Compliance: Silence, 1999.

Kentridge se ha convertido en uno de los grandes animadores de la escena artística internacional, gracias a un arte comprometido, muy enraizado en los problemas raciales de su país natal y que le han llevado a ser equiparado a figuras como Daumier o Goya. Del genio español son muy deudoras algunos de sus grabados e impresiones.

Arc Procesion Develop, Catch Up, Even Surpass, 1990.

Sus padres fueron abogados blancos centrados en la defensa de los derechos de los ciudadanos de color en la Sudáfrica de los años más duros del apartheid. De hecho, su padre participó en la defensa de Steve Biko, una de las figuras señeras de la defensa de los derechos civiles de la población mayoritaria del país.

Sleeper Red, 1997.

Ese contexto será capital en el posterior desarrollo artístico de Kentridge, que tiene en los conceptos de memoria, de construcción de significados, de los sentimientos de opresión, de culpa, de dolor, bases apreciables de una forma muy expresionista en la mayoría de sus obras, independientemente del camino artístico que elija en cada momento para dar salida a su creatividad.

Ubu Tells the Truth, 1996-97.

Sin embargo, sus obras no hacen referencias directas al régimen racista sudafricano, sino que lo hace en forma de, digamos, elipsis, de la metáfora, abordando la naturaleza de las emociones y su relación con la memoria en un contexto de cambio radical de las estructuras políticas en su país.

Felix in Exile, 1994.

Las figuras de Kentridge muestran claramente sentimientos de frustración, enseñan vidas encadenadas a sillas quién sabe si de oficina, recluidos en unas vidas que tienen más de prisión que de otra cosa, mientras se sienten acosados por sentimientos de duda o de culpa. De ahí que en alguna ocasión se haya calificado a sus obras como un “teatro de la mente”.

Universal Archive (Twelve Coffee Pots), 2004.


Gatos, árboles, cafeteras, figuras desnudas, son constantes en la obra del sudafricano, figuras que, a veces, somete a un proceso de pérdida de contorno en una suerte de viaje desde la figuración hasta la abstracción. Elementos que reproduce sobre páginas de libros con el objetivo de cuestionar el proceso de construcción del significado que damos a las cosas o las palabras.

2 comentarios:

Natàlia Tàrraco dijo...

Se le nota la base teatral, de mimo o de danza, en la tranformación quieta o en secuencias de sus obras, tienen todas, cierto movimiento o parpadeo. Muy buena esa cafetera transformada en pictograma oriental, casi parece cine.
Otro descubrimiento que me desvelas, gracias y besitos, amigo Alfredo.

Alfredo dijo...

Ese camino que traza desde un objeto cotidiano de líneas claras, hasta convertirlo en una suerte de pictograma, es de lo más llamativo de este autor.

Un abrazo!