Amor, crimen, juego, raza, política, crisis, pero, sobre todo, jazz de primera. Esos son los ingredientes que Altman mezcla en su particular marmita para sacar una película imprescindible para todos los amantes del jazz. Corren los años 30 y en Kansas City, concretamente en el Hey Hey Club, se está produciendo una particular batalla jazzística entre dos monstruos del saxo como son Lester Young y Coleman Hawkins, a la que asiste un jovencísimo Charlie Parker.
Así van sonando temas como Blues in the dark, Moten Swing, I Leith my baby o Yeah, man entre otros. Temas que van salpicando el desarrollo de una historia que tiene como leit motiv el intento de Blondie (Jennifer Jason Leigh) por conseguir que el hampón de la ciudad y propietario del club, Seldom Seen (Harry Belafonte), libere a su marido Johnny O’Hara (Dermot Mulroney), después de que este y un cómplice tuvieran la mala idea de atracar a un jugador que iba a dejarse si dinero al club de Seldom.
A Blondie no se le ocurre mejor idea que secuestrar a la mujer de un consejero del presidente Roosevelt, para conseguir la liberación de su marido. A partir de ahí se genera una relación forzosa entre dos mujeres muy diferentes, ya que si Blondie está perdidamente enamorada de su marido y no entiende su vida sin él, en el caso de la rica mujer del político, vive un matrimonio rodeado de lujos pero en el que el amor, si alguna vez lo hubo, ha desaparecido del todo y ya sólo queda un mortal aburrimiento que combate a base de drogarse con láudano.
La historia va evolucionando como si fuera una pieza de jazz, con sus cortes, improvisaciones, codas y todo lo demás, con un ritmo que se rompe para dejar escuchar algunos de los temas de la banda sonora que están tocados en directo mientras se rodaba la película, y que deja momentos memorables, convirtiendo a la música en el único oasis en un mundo en el que la corrupción, el amaño de las elecciones y el poder del hampa, terminan pagándolas los pobres ahogados por la profunda crisis de los años 30.
Años en los que la ciudad de Kansas se convirtió en una auténtica capital del jazz, además de ser la ciudad natal del director quien aprovecha para hacer un homenaje a su ciudad y a unos años en los se empiezan a consolidar las grandes bandas de jazz, además de a las míticas actrices rubio platino del cine de la época. Altman nos dibuja una serie de personajes que encarnan el ideal del perdedor y abocados a un final acorde al miserable desarrollo de sus existencias.
Una película regular con una banda sonora excepcional, y que por sí solo justifica el visionado de la cinta.
4 comentarios:
Estaré atenta a la banda sonora y ya te cuento. Aunque no te digo cuándo..Aún tengo la del marido de la peluquera por ver!.
Un beso*
Hay cosas que simplemente hay que dejar que vayan ocurriendo, sin agobios que estropeen el disfrute.
Abrazos!!
Creo que la ví pero no estoy segura, fíjate si soy despistada que hace años vi por segunda vez el graduado y no me enteré hasta la escena final que ya la había visto.
Las BSO suelen ser lo mejor de las pelis ;-)
Abrazo cinéfilo
Eso me pasó a mí con esta peli, de la que ya no me acordaba así que fue como si la viera por vez primera, aunque la banda sonora sí que la recordaba, y es que la música que se te mete dentro nunca te abandona.
Ciao!!
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