miércoles, 17 de septiembre de 2008

Giorgio de Chirico (Bolos, Grecia, 1888; Roma, Italia, 1978)


Este artista italiano debe su fama como artista a un periodo extremadamente breve de su creación, concretamente la que va entre la década de los años 10 y los 20, cuando es movilizado por el ejército. En esos años formula lo que será conocido como pintura metafísica, que va a tener una gran influencia especialmente en el movimiento surrealista, sobre pintores como Magritte, Dalí o Magritte, y el propio Tanguy dejó escrito que fue a raíz de ver la obra de Chirico cuando decidió que tenía que ser pintor, decisión sorprendente en una persona que nunca antes había cogido un pincel.

Esto nos habla de la potencia de la obra de Chirico en esos años, cuando venía de estudiar en Atenas y Florencia, pero sobre todo de la Academia de Bellas Artes de Munich, donde conocería el pensamiento de Nietzsche y Schopenhauer que tanta importancia van a tener en su pintura. Florencia y, sobre todo, Turín van a ser dos ciudades fundamentales en la temática de las obras de Chirico. Luego viviría en París hasta su alistamiento en 1915 debido a la Primera Guerra Mundial.


Sus paisajes urbanos, en los que ocasionalmente aparecen algunas figuras humanas, aparecen como decorados imaginarios colgados en medio de la nada, reducidos a unas formas esenciales que las dotan de una atmósfera misteriosa, en los que, a veces, presentimos un peligro indeterminado, y que conviven con objetos de los más variopinto (remedos de esculturas clásicas, plátanos, muebles, cajas…) con los que entablan una relación poderosa.

Ciudades retratadas en ángulo, congeladas en el tiempo y en el espacio, inquietantes en todo caso, da igual que nos muestra edificios pulcramente pintados o decadentes, cerradas sobre sí mismas con si de fortalezas se tratara, eso sí, de formas austeras, de geometría marcada de un serenidad trágica. Edificios que hablan de un orden, iluminados por un sol que marca sombras alargadas, como sol de invierno, y que no da calidez a unos edificios fríos que dan forma a unas ciudades que parecen estar viviendo de viejas glorias pasadas, ancladas en algún momento temporal indeterminado.


Los colores que utiliza de Chirico contribuyen poderosamente a dar esa sensación de frialdad y abandono, con el uso de verdes, ocres, grises. Escenarios que aparecen habitados por objetos no menos perturbadores en unos espacios que imponen su vacío y su silencio, especialmente cuando sus habitantes son maniquíes de sastrería que se nos aparecen como ídolos de una cultura desconocida.

De Chirico saca a los objetos del lugar en el que sería más normal encontrarlos, y los coloca en contextos que resultan sorprendentes y que nos generan multitud de preguntas y de asociaciones inesperadas, lo que nos coloca en la difícil tarea de implicarnos en la obra, en buscar interpretaciones en medio de una realidad pictórica nacida de lo onírico (algunos doctores atribuyen a las fuertes migrañas que padecía el pintor el resultado que vemos en sus cuadros).

Y los trenes. En muchas de sus peculiares vistas urbanas aparece al fondo un tren dejando tras de sí una estela de humo blanco, y que tiene que ver con la figura de un padre ingeniero de ferrocarriles, fallecido en 1905, y de la que nunca logró desasirse totalmente, como recuerda en sus Memorias.

La heterogeneidad se dispara cuando de Chirico se adentra en los espacios interiores, en los que ya nos encontramos con un conjunto abigarrado de elementos: moldes de yeso, guantes de goma, esculturas grecorromanas, aparatos científicos, fruta, aparejos de pescar… Todo ello en espacios que con el tiempo se irán haciendo más pequeños, angustiosos.

9 comentarios:

Sonrisa de luna dijo...

buenas¡¡¡ que tal todo? espero que todo te hay ido bien como a la chenoa, jajajajaaj
uissssssssss yo pa el arte soy mu adnega, jajajajaaj sera que ya tengo yo bastante arte en mi?, jajajajajajaj buaaaaaaaa, pero na tu sigue deleitandome con ello, que en una de ellas quien sabe si lo podre apreciar, jajajajaj aunque no se hizo la miel pa la boca del asno eh, jajajajaja
besitos rey y que pases un buen dia, muack

Monik dijo...

Son espectaculares...Me descubres mucho arte que desconocía...Gracias Alfredo!!

Besotes!!

Estel Julià dijo...

Alfredo,

Diste en el clavo, me encanta de Chirico, esa versión de Héctor y Andrómaca es tan especial...

Tuve el gran privilegio de contemplar uno de sus cuadros en el Museo de Bellas Artes de Bilbao este verano "La confusión del taumaturgo" era el título, tal vez una de las obras que más se alejan de la línea que nos presentas en tu entrada.

Es genial.


Un abrazo,


Estel J.

Anónimo dijo...

Hablar de Giorgo de Chirico es como tocar el arpa si fuera un instrumento musical. Me encanta este genio!!
Besos multicolores de nuestra parte.

Alfredo dijo...

SONRISA: Que bueno que volviste, siempre dejando el rastro de un optimismo contagioso. El arte es para disfrutar, dejar que nos entre y dejarnos emocionar, y no obsesionarse con tener que entender. Lo de la Chenoa no lo pillo, lo siento.

Besotes!!

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MONIK: Es un gran pintor que ha pasado a la posteridad por una parte muy pequeña de su producción. Es una obra que abre mucho camino a la imaginación.

Un abrazo!!

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ESTEL: Ya has tenido una suerte que yo no he tenido, como es la de haber contemplado una obra de este autor en vivo, pero incluso en fotografía transmite una enorme riqueza de interpretaciones.

Besos!!

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MILA: La analogía que haces es más que acertada.

Abrazos con mucho arte para vosotras!!

nOgS dijo...

GEnial!!!

Gracias por este post maravilloso.


Besooo

Alfredo dijo...

Muchas gracias Nogs.

Un abrazo

La Gata Coqueta dijo...

Preparas unos posts muy espectaculares y interesantes, poco a poco se va tomando contacto con artistas desconocidos, gracias a tu información.

Alfredo pasate un buen finde.
Besos.

Alfredo dijo...

Gata, y yo encantado de que los encontréis interesantes y os toméis la molestia de leerlos y comentarlos.

Besos!!