lunes, 14 de julio de 2008

Ángel Marcos (Medina del Campo, Valladolid, 1955)


Dentro de las actividades de PhotoEspaña 2008, la galería madrileña de Soledad Lorenzo tiene abierta una exposición con la obra del vallisoletano Ángel Marcos. Concretamente, se trata de una serie de fotografías que tienen como protagonista a esa ciudad imposible que es Las Vegas, nacida de la nada en medio de un desierto y que se ha convertido en una meca laica para todos los adoradores del neón fantasmagórico, de las alegorías de lo kitch, y de los seguidores de placeres efímeros resueltos en un presente que no tiene salida hacia ninguna parte.

Marcos no se deja deslumbrar por el bombardeo luminoso y hedonista, y en esta serie de fotografías que titula Un coup de dés (Un golpe de dados), nos muestra la cara que se oculta detrás del brillo deslumbrador, que no deslumbrante, y nos lleva a lugares inciertos, de ruina, en los que el desierto se convierte en una auténtica frontera, y las calles parecen que no conducen a ninguna parte (probablemente porque una vez que se entra en Las Vegas ya no hay a donde ir), y aparecen tristes licorerías, almacenes abandonados o en trance de abandono. Lugares ante los que podemos experimentar distintos tipos de sensaciones, como pueden ser el miedo, el vértigo, la rebelión…


Un lugar en el tener la ilusión de que se puede perder todo y se puede seguir manteniendo la dignidad, en el que poder ponerse las luces de neón como ropaje glamoroso que esconda las vergüenzas propias y ajenas, una ciudad que siente un horror patológico al vacío, donde todo es excesivo, ampuloso, de un gusto barroquizante empachante. Unas fotografías en las que la figura humana está ausente o convertida en reclamo de placeres efímeros, inciertos, por los que transitar rápidamente, al ritmo de una ruleta que gira sin detenerse en ningún momento.

Una ciudad sin memoria anclada en un presente permanente, que pone el temblor en la punta de los dedos de unos visitantes que van en busca de su particular tierra prometida, del gran premio de sentirse elegidos por esa pagana divinidad que marca la ley en esa tierra de frontera: el azar. Nada es real, todo está regido por el azar en un territorio propicio para el desconcierto y donde todo se ha convertido en un simulacro de la propia sociedad de consumo.



"Me encantan esos lugares de desafecto. Cuando hay una exclusión forzosa o auto-exclusión siempre la gente desprovista de bienaventuranzas se refugia en espacios de exclusión. Me interesa que se vea la tramoya, que se vea que en este lugar que es Las Vegas todo esta hecho de cartón piedra, todo es un teatro, somos conscientes de ello, pero seguimos tirando los dados".


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