Aunque vivo en una provincia que
es un balcón al Atlántico, me siento más próximo al latir vital del
Mediterráneo, ese mar seminal capaz de dar vida a algunas de las civilizaciones
más importantes de la historia de la humanidad, y motor de un latido vital al
que el resto del continente, mal que les pese a los nórdicos, tan arrogantes
ellos, le debe casi todo lo que ha sido, es y esperamos que sea.
Tal vez por eso y quién sabe por
cuantas cosas más, cuando escucho a un músico amamantado a las orillas de ese
Mare Nostrum, siento que su arte me llega más que ningún otro. Eso me ocurre
con Anouar Brahem, tunecino nacido en la Medina de la capital del país en 1957,
un músico que ha llevado al laúd árabe desde el papel secundario de instrumento
de acompañamiento, hasta los niveles de un instrumento solista sobre cuyas
cuerdas late el Mediterráneo, late la vida, nada más nada menos.
Dicho todo esto desde una rendida
subjetividad a la música de un Brahem que a los diez años de edad abrazó el
oud, para no volver a separarse de él, instruido en la música de raíz árabe, el
Maqam, y el arte de la improvisación, el Taqsim de la mano de su maestro Ali
Sriti.
Desde Túnez, desde ese territorio
tan rico en el cruce cultural, tan a la vanguardia de lo conocido como
primaveras árabes todavía de inciertos resultados, Brahem ha viajado con su
música hasta los confines de la India y de Irán por el oeste, y por los
territorios andalusíes por el este, formando una suerte de puente musical en el
que se cruzan, se mezclan y renacen, todas las músicas de ese ámbito, siempre
con la raíz árabe presente pero volcada hacia el mundo.
Una tradición que no tiene olor a
naftalina, ni a cosa de laboratorio, sino que es diálogo sincero, provechoso,
cargado de sentimiento, de vida (perdón por la repetición), de viaje, de
sinceridad, de nostalgia, de alegría, de todo eso que da forma al ser y el
sentir mediterráneo, esa forma peculiar de entender el mundo, y todas las cosas
importantes para las personas.
Una música que no esconde el
diálogo sino que lo busca, y en la confluencia con el jazz (han sido muchos los
músicos importantes de jazz los que han colaborado con Brahem), ha encontrado
nuevos territorios en los que dejar germinar la música con resultados de una
enorme belleza formal salida de las cuerdas de un músico que como buen virtuoso
apenas si hace gala de ello, solo con dejar que la música fluya ya ha cumplido.
Esa discreción de la que hace
gala lleva a su música más allá de las culturas y de los géneros, hacia un
territorio muy personal en el que todo cabe, en el que todo es posible, en el
que el diálogo sincero se llena de sentimiento y de belleza.
4 comentarios:
Excelente!
Una recomendación muy buena.
Un abrazo.
Proclamo al viento !eres el Trecet de nuestros días!!!!
Me has descubierto otra música sin fronteras y el desierto es el paisaje donde caben todos los sueños.
Ah! lo vikingo lo hacen hoy en canal TNT a las 22,30, puro disfrute bien ambientado, sin más que no es poco.
Besitooo, y aviso, estaré en el taller donde raparan cuerdas (no de mandolina,jejeje, del cuello mío), una temporada, nos vemos.
BALAMGO: La verdad es que me parece un músico al que merece la pena seguir, especialmente si a uno le gustan este tipo de músicas.
Un saludo!
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NATALIA: Me acabas de hacer un elogio exagerado sin duda procedente del aprecio mutuo, ya sabes que soy una persona curiosa y esa actitud me lleva a territorios de este tipo, que luego disfruto un montón compartiendo con otros espíritus igualmente inquietos :)
Un abrazo muy grande y que todo vaya estupendamente.
Alguien imita a alguien:
http://musicaconnocturnidadyalevosia.blogspot.com.es/2014/11/anouar-brahem.html
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