martes, 19 de marzo de 2013

El último show (A Prairie Home Companion, Robert Altman, 2006)



De testamento cinematográfico se puede considerar esta película de Robert Altman, director que falleció ese mismo año. En ella utiliza un programa de radio que se emite en directo desde el escenario de un teatro desde hace varias décadas, para dibujar un fresco acerca de los tiempos modernos, esos en los que parece que no hay hueco para la poesía, a través de un grupo de personajes que saben que están haciendo el último programa antes de que unos inversores derriben el teatro para sacarle partido inmobiliario.


A lo largo de esa última emisión, vamos descubriendo las historias de los personajes, a los que dan vida actores como Meryl Streep, Woody Harrelson, Virginia Madsen o Tommy Lee Jones, entre otras muchas caras conocidas, sus vidas, sus miserias, sus deseos y su miedo a un futuro que se augura incierto después de haber invertido buena parte de sus vidas en un show, el último, condenado por unos nuevos tiempos tecnológicos.


Un detective a la vieja usanza irá siguiendo los pasos de una hermosa mujer vestida con una gabardina blanca, para intentar descubrir el porqué de su presencia en el teatro. Un misterio que se combina con unas bambalinas en las que la vida y la muerte se dan la mano de forma metafórica pero también real. Y es que la película habla del final del tiempo, de una forma de hacer las cosas con mucho de artesanal y, como consecuencia, con mucho de aportación personal, de sentimiento.


En medio de todo eso la frialdad de un liquidador que, para preocupación inmensa de los artistas que saben así que no hay remedio, ni siquiera bebe alcohol, únicamente agua sin gas ni, por supuesto, limón. Parecen pensar que alguien que no degusta bebidas alcohólicas nada bueno puede albergar en su interior, negándoles así la opción de emborracharlo e intentar convencerle de no derribar el teatro.


Con buenas dosis de humor, en ocasiones cínico, y con mucha música country que hará las delicias de los aficionados al género, y pequeñas pinceladas dramáticas, Altman echa una mirada atrás, hacia un pasado más comprensivo con el talento de los artistas, más favorable a la creación, menos encorsetado por unas normas que más parecen pensadas para coartar la libertad que para generar un marco liberador y de respeto.


Lo resume muy bien Julio Rodríguez Chico cuando escribe: "Mirada nostálgica que suspira por el tiempo pasado y que lanza sus últimos dardos envenenados a la maquinaria de un cine de consumo. Último plano secuencia de quien veía cómo se acercaba la muerte, de quien quiso esperarla y enfocarla con la cámara del cinismo, recordar aquellos maravillosos años del espectáculo popular, y alentar a las nuevas generaciones de cineastas a coger el relevo de la independencia. Película que gustará a los fans del director de Nashville, y con la que disfrutarán también los amantes del country más puro".

3 comentarios:

PACO HIDALGO dijo...

Debe ser un canto a la poesia y al teatro frente al mundo de la especulación y la inversión: arte versus economía, y con el toque personal de Robert Altman. Habrá que verla. Buen dia, Alfredo.

balamgo dijo...

Pues habrá qué verla...!
Un abrazo.

Alfredo dijo...

PACO: Si tiene algo de romántico, de despedida de un mundo en el que las personas eran lo más importante, para dar paso a un mundo más deshumanizado en el que solo el dinero cuenta.

Buena semana!!


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BALAMGO: A mí me parece una película entretenida, con momentos divertidos, buena música, y un punto nostálgico.

Un abrazo!!