En la página web de la Fundación Miró se puede leer: “La ambigüedad es su rasgo distintivo, el misterio es su carnet de identidad. Mariko Mori es, a la vez, falsa y auténtica. Muñeca de plástico o mujer del año 2000, está en escena y domina. Su voz llena el espacio, una palabra repetida sin cesar nos taladra los oídos y nos desestabiliza dulcemente. Al igual que una serpiente de cascabel de las más encantadoras, se enrosca al espectador y lo hipnotiza, con la fuerza de la simplicidad y la inocencia”.
Y es que el lenguaje artístico de Mariko Mori es plurilingüe por decirlo así, polisémico dentro de una presentación formal que, en ocasiones, podríamos definir como sencilla, sin embargo, cuando nos adentramos por los caminos de la significación terminamos por encontrar un mundo en el que conviven múltiples mensajes.
En la mayor parte de sus obras, Mori aparece como protagonista fundamental, especialmente en performances o montajes videográficos, algo que tiene que ver, al entender de los especialistas, con su etapa como estudiante de diseño de modas y modelo profesional. Una presencia física que puede aparecer transmutada en una suerte de muñeca salida de algún manga llevada a un mundo metafísico, puerta de entrada a lo sobrenatural.
Con todo ello, al fin y al cabo, lo que busca es hacer una “feroz crítica de la actual sociedad globalizada. Ataca de forma recurrente la sociedad consumista y la falta de valores y profundidad de pensamiento y creación”, tal y como se recoge en el número 393 de la revista cultural Acomunica.
Tratándose de una súbdita del país del sol naciente, el componente tecnológico es una constante en sus trabajos llenos de imágenes que a uno le hacen recordar aquellas películas de ciencia ficción de serie B de los años 50 y 60, dentro de una estética retro que también tiene mucho que ver con el pop.
A ese futurismo que podríamos calificar de retro, se une un componente espiritual, ya que Mori utiliza los mecanismos de meditación tibetana para su labor creativa lo que no ha dejado de traerle algunas críticas en su país de origen, mayoritariamente shintoista.
Con todo ello crea un mundo en el que al artificialidad le sirve como vehículo de crítica de una sociedad contemporánea definida, entre otras cosas, por un alto componente de artificialidad, de imagen falsamente real.
“La obra de Mariko Mori nos ofrece una suerte de imaginario postmoderno donde se desdibujan las fronteras entre lo natural y lo artificial, lo real y lo virtual, lo humano y lo tecnológico”, se lee en el artículo Mariko Mori: wave UFO de Beatriz Alicia García. Más adelante añade: “Mori parece abrirnos un nuevo umbral interconectando, mente, cuerpo y alma al fusionar ciencia y tecnología con lo humano, dándole al espectador una manera distinta de relacionarse con su propio cuerpo y sus propias emociones.”
6 comentarios:
Descubrí a esta artista este año, increíble pero cierto, después de seis años estudiando historia del arte, he tenido que esperar a hacer un máster para que en una clase se hable sobre artistas como ella... en fin, ya se sabe..
creo que hace cosas muy interesantes :)
Curiosa e interesante la propuesta artística de esta mujer, que muestra mensajes polisémicos, como bien apuntas; auténticos montajes que atraen. Saludos, Alfredo.
Muy interesante artículo.
Saludos.
MAITE: Por desgracia esa sensación que comentas la hemos tenido muchos, especialmente por lo que toca al arte contemporáneo.
Un abrazo!!
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PACO: Sí que resulta atractiva la obra de esta japonesa. Es un mundo muy particular el que consigue crear.
Saludos!!
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BALAMGO: Gracias.
Abrazos!!
En algo me recuerda la letra de un viejo y emblemático tango CAMBALACHE, es que el mundo en su andar cada vez nos mezcla más y lo artificial y plasticoso se hace carne en lo humano y nos mimetiza.
un fuerte abrazo agradecido por tus aportes, siempre.
No es mala esa asociación con el inmortal tango. Algo de eso sí que hay.
Un abrazo!!
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