miércoles, 2 de febrero de 2011

Rebecca Horn (Michelstadt, Alemania, 1944)


“Cuando Rebecca Horn era niña, su padre le contaba cuentos de brujas, duendes y dragones que transcurrían en los alrededores de Odenwald (Hesse). Desde entonces, Horn sufre de ansiedad. Durante sus años en la escuela primaria tuvo otra experiencia clave: como al resto de niños, le tocó el turno de conducir las oraciones de sus compañeros, pero no sabía cómo. Se puso tan nerviosa que se pis y recibió un castigo. La enviaron a un internado, pero se escapó segura de que las brujas la perseguirían. Más tarde, en Francia, recibió clases particulares de un profesor ciego. Siguiendo los deseos de su padre, estudió economía y filosofía en la universidad, aunque al cabo de seis meses comenzó a asistir, al principio en secreto, a la escuela de bellas artes de Hamburgo”.

Sirva esta extensa cita sacada del artículo Un viaje hacia el interior del cuerpo, firmado por Ulrike Lehman que se puede leer en el libro Mujeres artistas de los siglos XX y XXI, como presentación de esta artista cuya trayectoria ha estado muy marcada por su trayectoria vital. Después de los aconteceres que reproduce esa cita, Rebecca Horn empezó a trabajar con resinas sin ningún tipo de protección lo que la llevaron a sufrir una larga enfermedad pulmonar de la que tardaría mucho tiempo en recuperarse.


La falta de fuerzas y la necesidad de comunicarse con el mundo la llevó a trabajar con telas o vendas, elementos ligeros con los que podía trabajar. El cuerpo humano y las máquinas han sido desde siempre dos elementos a través de los cuales ha ido conduciendo su práctica artística tocando los caminos de la escultura, el vídeo, la performance, las instalaciones, el cine y también la poesía.

Vehículos todos ellos con los que transmitir sus emociones, pero también sus fobias, sus miedos, todo el complejo mundo de los sentimientos. De hecho, su obra refleja una sensibilidad especial probablemente fruto de su poética y viceversa, incluso cuando se trata de máquinas. Un gusto por el maquinismo que le viene de su fascinación por Buster Keaton.


“Se puede decir que ya prácticamente desde los inicios de su carrera, hacia los años setenta, y a todo lo largo de su compleja trayectoria artística, la obra de Horn es una de las que ha recurrido más asiduamente al ámbito de lo mecánico -tanto en sus películas como sus instalaciones o performances- a menudo para metaforizar, e incluso para sustituir, al cuerpo humano, pero también para suplantar el propio proceso creativo y productivo del artista.” (Marga Paz)

2 comentarios:

Monik dijo...

Para mí crear ese tipo de ambientes me parece espectacular!! Para quedarse ahí colgados horas y horas...
Besotes!!

Alfredo dijo...

Esta es una artista muy variopinta y creativa. Yo también soy de esos espacios transitables y que te convierten en parte de la propia obra.

Un abrazo!!