Reconozco que el fútbol americano es un deporte que me aburre soberanamente, sin embargo, cuando hace unos días vi que una cadena temática iba a emitir Friday Night Lights (Peter Berg, 2004), no lo dudé ni un momento a la hora de sentarme a verla, por el único motivo de que en la banda sonora interviene el grupo norteamericano al que hoy dedico este artículo.
Esa banda no es otra que Explosions in the sky, un cuarteto formado en la ciudad tejana de Austin en el año 1999, y que está integrado por Mark Smith, Chris Hrasky, Minaf Rayani y Micheal James. Los críticos musicales sitúan su trabajo bajo la etiqueta de post rock, o una evolución del rock progresivo, y eso a pesar de que sus componentes hayan dicho en alguna entrevista que ellos lo que quieren ser es un grupo pop, aunque personalmente no termino de encontrar conexiones entre su música y el mundo del pop.
Dejando esas disquisiciones de lado, lo que tengo claro es que cuando me adentro en las melodías, siempre instrumentales, de Explosions in the sky (nombre que tomaron después de tocar una noche del 4 de julio mientras en el cielo explotaban los fuegos artificiales), componen temas en los que se dan la mano los esquemas minimalistas, con crescendos realmente maravillosos y remates apoteósicos.
Unos temas que alcanzan niveles de sutileza que uno no espera encontrar en una formación típicamente roquera (dos guitarras, batería y bajo), y que parecen encerrar historias, mensajes tal vez llegados de otra parte y que enseñan caminos de tránsito tranquilo que, a veces se agita un tanto. Un caminar solitario por terrenos abonados de soledad, con la esperanza esperando a la vuelta de la esquina, porque no son temas sólo para la melancolía, que también, sino que en ellos caben muchas más cosas.
Temas que reconocen influidos por la literatura, la música y el cine, y que lo mismo pueden tener listos en una semana que tardar cuatro meses en dejarlos cerrados. Canciones en las que es difícil saber cuando se ha terminado una y se inicia la siguiente, de ahí que en sus directos no toquen nunca bises, y unen los temas con otros microtemas que les ayudan a hacer la transición de uno a otro.
Así, sus discos componen casi sinfonías llenas de emoción, casi catárticas, intimistas, invitaciones a ver esos destellos de luz rompiendo la oscuridad del cielo nocturno durante instantes fugaces, con desarrollos de los temas que hacen que éstos duren lo que tengan que durar, pueden ser 10 minutos, 6 minutos o 3, no importa.
En cada actuación, preferentemente en lugares pequeños, invitan a sus oyentes a cerrar los ojos y a acompañarlos a la Luna. Algo de eso hay en los paisajes sonoros que dibujan para el oyente, paisaje de notas y de belleza, de soledad y de melancolía, para aumentar la nuestra conciencia acerca de nosotros mismos, de nuestra presencia en el mundo y de nuestra insignificancia.
Las luces del viernes por la noche brillan sobre el suelo gris, a lo lejos empezamos a oír unos acordes lejanos, tenues, y sabemos hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos. Más allá de ese horizonte de luces de neón y nos disponemos a dar la bienvenida a los fantasmas.
2 comentarios:
te pasaste con el post!!!
abrazo
Gracias. Son unos músicos que cada vez que los escucho me sugieren más cosas.
Un abrazo!!
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