domingo, 12 de septiembre de 2010

Elizabeth “Lee” Miller (Poughkeepsie, Nueva York, 1907; Chiddingly, Sussex, Inglaterra, 1977)


No es fácil resumir la agitada vida de esta primero modelo y luego fotógrafa, que desarrolló su labor artística entre los años 20 y 40, para luego abandonar totalmente el mundo de la fotografía y dedicarse a cocinar para sus amigos en su granja inglesa, por la que pasaron algunas de las figuras más destacadas del mundo del arte de aquellos años.

Vida agitada que se inicia en el seno de una familia cuando menos extraña. Y es que su madre se empeñaba en vestir de niña a su hijo mayor, y el padre, fotógrafo aficionado, tocaba una campanilla y su mujer y su hija sabían que tenían que presentarse ante él para posar para sus fotografías, en muchas ocasiones desnudas. A los siete años Lee Miller, sufrirá una violación, suceso que se atribuyó a un amigo de la familia pero que se sospecha que pudo ser obra de uno de sus tíos o incluso de su padre.


Sea como fuere, el traumático suceso le provocó una gonorrea, enfermedad que por aquellos años tenía un tratamiento complejo, duro y largo, suceso en el que algunos autores quieren ver el origen de la agitada vida sexual y sentimental de Miller. Con 19 años, el editor Condé Nast la salva de ser atropellada por un taxi en una calle de Nueva York, y ese encuentro casual derivará en el inicio de la carrera como modelo de Miller, que la llevaría a convertirse, muy pronto, en la portada de Vogue.

Con el gusanillo de la fotografía en el interior, inoculado por su padre y por Edward Steichen, quien la fotografiara en sus años como modelo, viajó a París en 1929. Viaje que culminaría con su encuentro con el surrealista Man Ray de quien se convertiría en su musa, amante, secretaria y colaboradora. Relación que fue tempestuosa por los celos de Man Ray ante la actitud libertaria que tenía Miller, y que la hizo regresar a los Estados Unidos para abrir un estudio de éxito junto con su hermano.

Estudio que dejará para casarse con un magnate egipcio y pasar algún tiempo en el país norteafricano ejerciendo de señora de, y haciendo algunas fotografías poco interesantes dentro de su obra. Cansada de la situación regresa a París en 1937, y en casa de Max Ernst conocerá al que años más tarde será su marido y padre de su hijo, Roland Penrose, principal biógrafo de Picasso artista que tomará a Miller como modelo para varias de sus obras y ésta le corresponderá haciéndole algunas de las mejores fotos que hay de Picasso.

En 1939 estallará la Segunda Guerra Mundial, pero al no estar todavía los Estados Unidos dentro de los países beligerantes, Lee Miller se ve obligada a quedarse en Londres trabajando para Vogue tomando fotografías sobre los bombardeos alemanes, y como el papel de las mujeres se vio trastocado por el efecto bélico, y las retrata como trabajadoras en las fábricas, conductoras, obreras.


Con la entrada en guerra de los Estados Unidos, Miller conseguirá una acreditación como fotoperiodista, influida por su compatriota, amante y también fotógrafo, David Scherman, y en 1944 desembarcará en el continente siguiendo la estela del ejército norteamericano tan de cerca que podrá documentar la primera vez que se utilizó el napalm en un bombardeo, en la ciudad francesa de Saint-Malo. En todas sus fotografías, incluidas las de guerra, la impronta surrealista seguirá manteniéndose como una constante, en este caso en lo que tiene que ver con los encuadres o las composiciones.

Siguió el conflicto bélico hasta su final, dejando testimonios sobrecogedores como el de esa hija de un burgomaestre de una ciudad alemana que prefirió, lo mismo que el resto de su familia, el suicidio antes que caer en manos de los ejércitos aliados. Los campos de concentración de Dachau o de Buchenwald, son escenarios del horror que Miller documentó con su cámara. Extraordinarias son esas instantáneas en las que se ven a antiguos guardianes de los campos apalizados por los que habían sido sus prisioneros. Miradas en las que se refleja todo el horror, el miedo por lo que va a pasar y por lo que ha pasado.

La miseria y la violencia de la postguerra marcó el final de la carrera de una Miller agotada tanto física como mentalmente, y la combinación de café y anfetaminas para mantenerse despierta y la de alcohol y somníferos para poder dormir. En 1946 regresa a los Estados Unidos y al año siguiente, cuando ya conocía su embarazo, regresó a Londres y se casa con Penrose.

La pareja compró una granja y Lee Miller nunca volverá a coger una cámara de fotos, volcando sus energías en la cocina. Tuvo una relación difícil con su hijo, y en 1975 le diagnosticaron un cáncer que acabó con su vida dos años más tarde.

6 comentarios:

sonoio dijo...

admiro muchísimo a esta mujer...
un gran abrazo!

Pilar Mandl dijo...

¡Qué bien documentado y qué bien explicado!!! no conocía tantos detalles de su vida... muchas gracias.

Alfredo dijo...

SONOIO: Y nos ha dejado una obra no menos admirable.

Abrazos!!

********

PILAR MANDL: Aunque me han quedado cosas en el tintero, creo que los hitos fundamentales los he tocado, pero con una vida tan intensa no es fácil abarcarlo todo. Y su obra es fabulosa.

Un abrazo!!

chepita dijo...

Jamas habia escuchado de esta mujer, me parece una de esas vidas que valieron la pena en esta vida. la encointré por buscar a Man Ray, pero definitivamente me quedo con Elizabeth.

casss dijo...

Buscando leer algo sobre Lee Miller, me encuentro contigo y este reportaje genial.
No...si todos los caminos conducen a Roma ;)

besos amigo

Alfredo dijo...

Los caminos de Internet son inexcrutables :)

Un beso!