Un desgraciado accidente de avión
ocurrido en un vuelo entre Kansas City y Nashville, cuando apenas contaba con
30 años de edad, acabó con la vida de Patsy Cline, nacida Virginia Patterson
Hensley (Winchester, Virginia, 1932 – Camden, Tennesse, 1963), en el momento
álgido de una carrera musical que la había llevado a alcanzar una enorme
consideración entre público y crítica.
En su repertorio se dan cita
alrededor de un centenar de canciones en las que canta como nadie al desamor,
al recuerdo de un amor perdido pero imposible de olvidar ni siquiera en los
brazos de otro capaz de quererla de forma auténtica. Y es que hay cosas que
nunca se pueden olvidar, y los sentimientos heridos son un compañero de viaje
insistente.
Desamor por las rutas profundas
de un sur de los Estados Unidos en el que los gustos musicales estaban
empezando a cambiar después de finalizada la guerra, algo en lo que la radio va
a tener un papel fundamental. Años en los que el country empezaba a dejar de
ser un patrimonio exclusivo de las voces masculinas, además de iniciar un
camino de fusión con otras músicas, saltando de los paisajes de la América
profunda a las calles de las grandes ciudades.
La voz única de Cline la puso al
servicio de unas baladas más lentas que las que solía cantar al inicio de su
carrera, y ahí encontró el camino perfecto para hacer llegar al gran público
toda la carga sentimental, de recuerdos dolorosos e imperecederos, que
caracterizaron a las letras de temas como Crazy, She’s got you, o Sweet dreams,
por citar tan solo tres.
Una voz surgida de una grave
enfermedad que la aquejó con trece años cuando sufrió una fiebre reumática muy
fuerte. “Sufrí una terrible infección de garganta y mi corazón llegó a pararse.
El médico me colocó dentro de una cámara hiperbárica. Se puede decir que fue mi
regreso a la vida después de muchos días lo que me lanzó como cantante”, tal y
como ella misma explicaba.
Sin embargo, de niña lo que
quería ser Cline era bailarina y tanto insistió con ello que su madre la apuntó
a un concurso y, para sorpresa de todo el mundo, se llevó el primer premio.
Paradójicamente, no volvió a interesarse por el baile y empezó a aprender a
tocar el piano, eso sí, totalmente de oído, porque se dice que Patsy Cline
nunca supo leer una nota musical, y a la vista del resultado ni falta que le
hizo.
Después de pasar por el coro de
su iglesia, empezará su carrera discográfica con sendos periodos de grabación,
el primero para el sello Four Star Records y el segundo para Decca. Fue el
productor Owen Bradley el que supo tocar la tecla adecuada para que la voz de
Cline empezara a brillar con todo su esplendor después de unos inicios marcados
por temas en la onda hillbilly, para empezar a teñir los temas country de un
sonido pop que la hizo tremendamente popular. Como han puesto de manifiesto
algunos críticos musicales, sus canciones tenían un aire pop pero el corazón es
totalmente country.
Su madre mandó poner sobre la
tumba de su hija el siguiente epitafio: “La muerte no puede matar lo que nunca
muere: el amor”. Un epitafio que viene a definir muy bien la inmortalidad de
los sentimientos a los que Patsy Cline cantó durante toda su vida.
4 comentarios:
No la conocía ni sus canciones; ahora la conozco algo más tras escuchar estos videos y me gusta, claro. Su hija lo clavó en el epitafio. Saludos, Alfredo.
La que más sonó por aquí seguramente es Crazy, un tema que de vez en cuando también se utiliza en publicidad. Es normal porque el country por estos lares no es un estilo musical que esté extendido.
Un abrazo Paco!!
Me pasa como a Paco, que no la conocía, pero ha sido un placer encontrarla gracias a ti.
Un abrazo.
BALAMGO: Como le decía a Paco, eso es totalmente normal porque por estos lares no tenemos costumbre de escuchar country, en parte porque sus letras son muy de la América rural, de praderas y amores que se cantan a la luz de las estrellas. Eso nos ha tapado a otros cantantes como es el caso de Patsy Cline, que sacó al country de las praderas para llevarlo a la ciudad.
Un abrazo!
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