domingo, 5 de septiembre de 2010

Vija Celmins (Riga, Letonia, 1938)


Hasta la llegada de la familia a los Estados Unidos, concretamente a Indianápolis en 1948, la infancia de esta artista se movió en el territorio de la incertidumbre. Con la Segunda Guerra Mundial en su apogeo, en 1944, debido a la entrada de las tropas soviéticas en las repúblicas bálticas, la familia tuvo que desplazarse a Alemania para permanecer en un campo de refugiados, que ya no abandonará hasta el viaje definitivo a los Estados Unidos.


Ya en el nuevo país, con un idioma desconocido, una Celmins de 10 años suplía las carencias lingüísticas dibujando aquellas cosas que no sabía como se llamaban en inglés. Esas vivencias de infancia se verán reflejadas en su arte, muy vinculado a la costa oeste norteamericana, con esos aviones que pasaban sobre su cabeza dejando su rastro de miedo en el aire, y que luego retomará durante la guerra de Vietnam en una crítica hacia ese conflicto.


Expresionismo abstracto, foto realismo, son algunos de los caminos que ha ido recorrido Celmins, desde que empezara a hacer fotografías del desierto o del mar para trasladar esos paisajes al lienzo, a unos cuadros basados en la realidad pero transmutados en paisajes abstractos que dejan una sensación de melancolía en el ambiente.


Unos motivos que en cierta manera recuperará unos años más tarde, en la serie de pinturas en las que reproduce cielos estrellados o telas de araña. “Los cielos nocturnos surgieron del lápiz, de apretar el lápiz tan fuerte y enamorarme de esa negrura”, según la cita de la artista que recoge Antonio Muñoz Molina en el artículo La pizarra del cielo, publicado en el periódico El País el 15 de mayo de 2010.


Reminiscencia de su infancia escolar, son las pequeñas pizarras en las que había que escribir con un pizarrín, antes de que se extendieran los cuadernos de papel, y que utiliza como soportes para un tipo de obras en las que son objetos cotidianos los que cobran protagonismo: huevos sobre una plancha, una mano anónima que dispara un revólver.

Una obra en la que en muchas ocasiones, la paleta de color es restringida, limitada a blancos, negros, grises, para conformar unas obras en las que no existe un punto central de referencia y sin profundidad. Unas obras que recorren un camino que se inicia en sus vivencias de infancia y que llegan hasta su comunión con el cosmos.

4 comentarios:

sonoio dijo...

excelente!
no me cabe duda de que uno debe quedar bastante impresionado frente a la obre ce celmins


un abrazo

Alfredo dijo...

No es posible permanecer impasible ante su obra, seguro.

Saludos!!

casss dijo...

Conmovedora y movilizadora su obra. Cómo siempre, cuánto para ver para abrir la cabeza y el espíritu.
Un abrazo.

Alfredo dijo...

Para ver y disfrutar, y como dices tú, abrir el espíritu.

Abrazos!!