Después de una primera temporada absolutamente fantástica, una segunda para olvidar en su totalidad, llegó una tercera tanda de la franquicia de True Detective, y una vez vista a uno le queda la sensación de que va siendo el momento de dejar el tiempo pasar y enviar la serie a vía muerta, darle carpetazo como a un caso ya resuelto y pasar a otra cosa.
Eso no quiere decir que la serie no tenga cosas apreciables, pero sí que se mantiene todo el rato en una zona gris, vamos ni chicha ni limoná, culminado todo ello con un capítulo final que me resultó de lo más aburrido que vi en mucho tiempo y con un tramo último de resolución de la trama que le deja a uno con cara de “esto es una broma ¿no?”. Supongo que a la altura de una historia que se podía haber dejado resuelta en la mitad de episodios.
La mejor parte de la serie es la figura de “Purple” Hays, detective negro veterano de Vietnam y cuyos recovecos psicológicos son de lo más interesante de la serie y que le permiten a Mahershala Ali dejarnos una muy buena interpretación. Soldado de reconocimiento de largo alcance, está acostumbrado a moverse en la selva con total sigilo y en total soledad, y eso le va acompañar durante toda la serie, la soledad.
Probablemente la peor de las soledades posibles, la del que incluso se siente solo cuando está acompañado, una soledad basada también en el horror de lo visto, la maldición de ser el hombre que sabe, al modo del personaje que encarna John Wayne en Centauros del desierto, y ese conocimiento le aparta de sus semejantes, de una familia a la que quiere mantener lejos para no herirla con sus zonas oscuras y que, precisamente, por eso, termina causando un daño que no busca.
Parece el sino de los veteranos de Vietnam, de aquellos que combatieron en la selva y que nunca lograron salir de ella (son innumerables las películas norteamericanas al respecto y novelas como Dog Soldiers), lastrados por una experiencia traumática imposible de dejar atrás. Luego llegará la mala jugada de una memoria que se resiste a quedarse, que empieza a dejar a Hays de la mano de la enfermedad, y tiempo y memoria se convierten en dos de los personajes invisibles de la trama.
Una trama que atraviesa tres décadas y que a la tercera se resuelve de aquella forma y manera, y nos deja con una suerte de happy end que cierra el círculo del mal y, supongo yo, intenta dejar al espectador con un buen sabor de boca y lo único que consigue es dejarle con un tedio importante y ganas locas de pasar a la siguiente serie que uno tiene en su particular cola de impresión, y que en mi caso se titula Babylon Berlín.
Nooooooope, me gustó la primera, pero la segunda se me hizo muy, pero que muy larga
ResponderEliminarLa segunda temporada es básicamente imposible. La tercera está mas cerca de la segunda que de la primera, lamentablemente, aunque es bastante mejor, algo que por otra parte no era muy difícil.
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