Con motivo del centenario de la finalización de la Primera Guerra Mundial, primero en Francia y y este año en España, se está volviendo a sacar a la luz el trabajo fotográfico de este comandante del ejército francés, que fue director del Servicio Fotográfico y Cinematográfico de Guerra, durante el conflicto bélico, labor a la que aplicó todo su conocimiento y sensibilidad artística, dejando para la posteridad una colección de imágenes impresionante.
Amigo de los hermanos Lumière, fue uno de los primeros en experimentar con el pictorialismo, para dotar a sus fotografías de color, andando un camino confluyente con el impresionismo, para conseguir trasladas a las imágenes las sensaciones del fotógrafo ante el objeto o la escena fotografiada, logrando composiciones muy especiales, que adquieren una mayor sensación de movilidad, de dinamismo, de dramatismo y de un cierto aire de irrealidad como el que tienen todas las fotografías coloreadas.
La colección de imágenes del conflicto que desgarró Europa entre 1914 y 1918, nos dejan retratos (fue el retratista oficial de Clemenceau, primer ministro galo durante la guerra) de soldados que miran atrás, mientras la nieve borra sus huellas del camino, casi como si se estuvieran despidiendo conscientes de los peligros que les acechan y no solo los climatológicos.
Otras veces, son destacamentos que se lanzan al combate cobijados por un cielo de tormenta, otras veces expectantes en medio de una niebla que difumina los contornos, que pone un marco aún más dramático si cabe, a la invisible amenaza que saben que les espera. Compañeros que llevan un cadáver atravesando una trinchera, el momento del descanso, o la imagen más tierna de una novia o esposa, subida a una roca para poder besar a su amado soldado de caballería.
O los niños que observan, seguramente sin terminar de entender las razones de ello, a una vieja estatua apeada de su pedestal por alguna explosión, rota ya en el suelo y perdido todo el sentido de gloria, de historia eterna que tenía antes. En un instante, todo ha cambiado, ha caído al mundo terrenal, ya no hay admiración, solo indiferencia, una cierta sorpresa, mientras la vida sigue caminando en medio de las dificultades de todo tipo.
Y ese árbol tronchado a cuyo pie vemos un casco todo abollado, símbolo de una barbarie que nada respeta, ni al arte, ni a la naturaleza, ni al ser humano. Y acaba la guerra y solo quedan banderas y fusiles clavados en la tierra, como símbolo último de la inutilidad de una guerra cuya finalización no hizo más que anunciar la siguiente, aún más desgarradora.
Pero Tournassoud no fue solo un fotógrafo militar, terminó siendo simplemente fotógrafo una vez abandonado el ejército, y se revelará como un apasionado del mundo animal, de la naturaleza, de la arquitectura, de las personas, mientras documenta, bien en blanco y negro, bien en color, la transformación de un mundo rural al que va llegando la modernidad, y esas tres mujeres que vemos en una de sus obras, tirando de un arado con sus propias fuerzas, sin hombres ni animales, absorbidos por una guerra insaciable.
Es más famosa la IIWW que no la primera, por eso me ha sorprendido estas fotos, que son una maravilla histórica :O
ResponderEliminarHa dejado a la humanidad una serie de fotografías impresionantes de un conflicto muy muy duro.
ResponderEliminarสล็อต xo เว็บไซต์ตรง ไม่ผ่านเอเย่น สมัครสล็อต ใช้เวลาไม่ถึง 5 นาที พร้อมรับยูสเซอร์จากการสมัคร สล็อต ได้ทันที ท่านจะได้พบกับเกมที่น่าเล่นเพลิดเพลินทั้งได้เงินและความสนุก
ResponderEliminar