Una de las
primeras series de televisión de las que tengo recuerdos nítidos es de Lou Grant, la historia de la redacción de un periódico norteamericano, cuando las
redacciones estaban llenas de máquinas de escribir, y un grupo de profesionales
de la información corrían detrás de la noticia para luego hacerla llegar a sus
lectores de la mejor forma posible.
De aquella se
despertó en mi el gusto por el periodismo y empecé a soñar con formar parte de
ese mundo, sueño que, en cierta medida, pude cumplir y que ahora que ya no
formo parte del gremio se me ha vuelto a despertar después de ver The Newsroom,
firmada por Aaron Sorkin. Una serie ésta última que he disfrutado mucho,
especialmente, sé que suena paradójico, por la diferencia entre lo que se nos
cuenta en la ficción y la pura y dura realidad de las empresas periodísticas.
En el caso de
The Newsroom vemos la redacción de una cadena de televisión, formada por un
puñado de idealistas empeñados en contar las noticias con imparcialidad,
objetividad y formar a los votantes norteamericanos para que sean votantes
responsables, y puedan ejercer ese derecho con todas las cartas encima de la
mesa. Todo ello sabiendo que las audiencias, más acostumbradas a una mezcla de
información y entretenimiento, no van a ser las mejores. Eso y un error de
graves consecuencias, les relegaran en las preferencias del público poniendo en
peligro la propia supervivencia del canal.
Por el camino
iremos asistiendo a un montón de diálogos inteligentes, soltados a toda prisa,
que en caso de optar por la versión original subtitulada obliga a leer a gran
velocidad, plagados de reflexiones morales y éticas acerca de la función social
que tiene el periodismo, del compromiso ético que tiene con la ciudadanía,
aunque tampoco parece que la sociedad misma sea demasiado exigente con los
propios medios.
A lo largo de
la serie iremos viendo pasar por la pantalla algunos de los hechos
periodísticos más destacados de la actualidad norteamericana, como la propuesta
del programa sanitario de Obama para ampliar la cobertura a un mayor número de
personas, el ascenso del Tea Party, la segunda elección de Obama, o los
atentados en la maratón de Boston, son algunos de los episodios que The
Newsroom nos dice como tendrían que haberse tratado informativamente.
Y la llegada
de todo el conglomerado de Internet, de las redes sociales, del mal llamado
“periodismo ciudadano”, que ha venido a complicar mucho el panorama de las
fuentes de información, y de la creciente dificultad para determinar qué
fuentes son fiables y cuáles no, o, lo que es peor, poniendo a todas las
fuentes al mismo nivel.
Una coctelera
de enorme interés aderezada con unas relaciones personales, que deparan algunos
momentos bastante divertidos, y que se entremezclan con las profesionales, para
crear una serie, muy criticada desde el sector periodístico, de esas que uno
termina por recordar. Una amiga me dijo que esta serie me iba a gustar “mucho,
mucho”, y tengo que decir que se quedó corta.
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