Una vez finalizada la Segunda
Guerra Mundial, John Huston se pone a recuperar su carrera como director
cinematográfico con una historia que ha pasado a los anales de su filmografía
como un puntal fundamental para entender el desarrollo posterior de sus
películas.
Para ese regreso eligió una
historia escrita por el enigmático B. Traven, un personaje del que no se
conocer a ciencia cierta su identidad, tal es así que Javier Marías ha dejado
contabilizados 31 pseudónimos, siete nacionalidades diferentes, 32 profesiones
que dijo haber ejercido y 19 personalidades que se le adjudicaron en algún
momento.
Lo que sí parece claro es que su
lugar de nacimiento es Alemania y que terminó viviendo en México escapando de
un oscuro pasado. El caso es que Traven firmó la novela que sirvió de base a
Huston, basada en sus propias experiencias como buscador de oro en el país
azteca.
Una historia, la cinematográfica,
que transcurre en los años 20 y que arranca en la ciudad de Tampico donde van a
coincidir tres estadounidenses desplazados de todas partes, incluso de sí
mismos, dejados en el margen del arroyo desecado por la depresión económica y
que encuentran un rayo de esperanza al lanzarse a la aventura de buscar oro en
la Sierra Madre, un lugar por el que campan los bandidos a sus anchas y
enigmáticos pueblos indígenas.
La búsqueda de oro será algo más
que eso y terminará por convertirse en una búsqueda de ellos mismos, un camino
que les llevará al mismo tiempo a las entrañas de la montaña y al interior de
ellos mismos, a las galerías profundas de su personalidad puesta de manifiesto
con una gran maestría por el director, tanta que acabó llevándose tres Oscar:
mejor director, mejor guión adaptado, ambos para John Huston; y el de mejor
actor de reparto para el padre del propio director; además de tres Globos de
Oro.
Los tres compañeros irán
desarrollando actitudes diferentes ante el hecho de encontrarse delante de la
oportunidad de sus vidas, y la convivencia con los sentimientos de
desconfianza, de avaricia, de codicia, del odio y como eso hace perder la
visión objetiva de las cosas, en un proceso del que vemos su nacimiento,
desarrollo y eclosión.
Al mismo tiempo, ante una
situación similar también salen sentimientos positivos más o menos matizados
(excelente el momento de duda de uno de los personajes acerca de si salvar a su
compañero o quedarse con la parte del oro que le correspondía). También
contiene el mensaje optimista de que las buenas acciones tienen recompensa y
que en muchas ocasiones, nos dejamos deslumbrar por el brillo de algo que puede
marcharse como el polvo, en lugar de dar valor a las personas.
La locura de la avaricia
desmedida no lleva nunca a un buen puerto, mientras que una vez despojados de
todo lo accesorio, el camino hacia la propia estima queda absolutamente abierto
al tránsito y una nueva esperanza se abre en el horizonte. El hombre anciano
encuentra su lugar, y el hombre joven de sueños sencillos de pronto sabe que lo
tiene al alcance de la mano.
Excelente película! Un clásico de toda la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUna gran película, un clásico que no pasa de moda. Me alegro de volver a saludarte, Alfredo. Aunque este año tendré menos tiempor para el blog, pasaré cuando pueda a comentar tus atinadas entradas. Un fuerte abrazo desde el sur.
ResponderEliminarBALAMGO: Efectivamente es uno de esos clásicos a los que siempre es agradable volver.
ResponderEliminarbuen finde!!
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PACO: Me alegro de que hayas vuelto a ponerte a los mandos del blog, seguro que aunque sea con menos tiempo, nos vas a seguir dejando buenos momentos artísticos.
Un abrazo!!