martes, 6 de septiembre de 2016

Rectify: ¿Hay redención posible?



Enorme la sorpresa que me he llevado con esta serie que tenía ahí aparcada sin hacerle demasiado caso, y que los calores veraniegos me han llevado a ella a pesar de que esta primera temporada ya es del año 2013, pero ¿qué importa el tiempo si lo que te está esperando al final es una experiencia inigualable?


Esa es la sensación que he tenido con esta producción de la norteamericana SundanceTV, que parece que tiene tras de sí otras tres temporadas más, algo que no me extraña en absoluto después de haber disfrutados de las seis primeras joyas visuales, que forman esta primera temporada de Rectify.


De una forma muy sencilla, cocinando la historia a ese fuego lento con el que nuestras abuelas y nuestras madres, ponen sobre la mesa esos platos absolutamente exquisitos que forman parte de la memoria inmortal de nuestro paladar, así hacen los creadores de Rectify con el espectador. De forma pausada vamos descubriendo la historia de Daniel Holden quien en su adolescencia fue enviado al corredor de la muerte acusado de la muerte de una chica de su pueblo, Paulie, Georgia.


Una prueba de ADN le da un billete para salir de esa monotonía a la espera de la muerte que sabe que le espera al final del pasillo, no como inocente sino como una persona que tendrá que afrontar un nuevo juicio, como si hubiera logrado una prórroga de incierto desenlace, pero que le va a volver a poner en contacto con una realidad completamente extraña.


De vivir en un entorno controlado, con la tortura de pasarse la mayor parte del día encerrado en una celda sin ventanas, con la única luz de un fluorescente, a salir a un mundo real, de grandes horizontes, de espacios ahora ya extraños, mientras intenta conseguir conectarse con una realidad de la que había vivido apartado durante 19 largos años.


Es el reencuentro consigo mismo, con su familia y el de esta con el hijo pródigo, con un Daniel sobre el que pesa la sombra de la duda a la hora de saber cual fue su auténtico papel en el trágico suceso. Seis capítulos para seis días de nueva vida, de deambular por las calles hostiles de un pueblo de la América profunda, inmisericorde, patriota y en crisis. Ahí tendrá que recomponer en la medida de lo posible su personalidad, aprender a vivir en comunidad, a recuperar la esencia humana que el corredor de la muerte se esforzó en quitarle.



Hay hostilidad soterrada, miedo en una sociedad cerrada incapaz de comprender su equivocación a la hora de encarcelar a un inocente, o al menos, a una persona a la que no se le da el beneficio de la duda, a la que se acosa como a una bestia, incapaz como es ese microcosmos aparentemente perfecto, de plantearse la duda. La condena social como estigma imperecedero, en una comunidad, la de Paulie, en la que la religión llega incluso al lecho conyugal.

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