La historia de Vivian Maier parece sacada
de un guión cinematográfico, de hecho hasta es posible que algún cineasta se
esté planteando hacer una película sobre esta mujer. No sería de extrañar.
Estamos ante una mujer que trabajó toda su
vida como niñera, y que en su tiempo libre se colgaba una cámara el cuello para
retratar la realidad de las calles de Nueva York y de Chicago, las dos ciudades
en las que vivió. Una afición a la fotografía que siempre mantuvo en el más
estricto de los silencios, y que a pesar de reunir más de 100.000 imágenes, de
rodar algunas películas de Súper 8, nunca nadie las pudo ver.
Eso es así porque con su sueldo de niñera
no se podía permitir el revelado de esas imágenes, que escondía detrás de la
puerta cerrada con llave que tenía en la casa en la que trabajaba, además de en
un almacén. Como en tantos otros casos, la vejez le trajo soledad y problemas
económicos, y sólo la generosidad de aquellos tres hermanos a los que había
cuidado en su infancia en Chicago, le permitió vivir en un apartamento durante
sus últimos años de vida.
Fue la casualidad la que la puso en el
lugar que debió de haber ocupado en vida gracias a su obra. Un joven compró el
trastero que Vivian había dejado de pagar, y con él el tesoro de unos 300
negativos que en cuanto empezó a publicitar por Internet, sin saber lo que
tenía entre manos, despertó la atención de un crítico de arte quien le señaló
la importancia de lo que había descubierto.
El casual comprador empezó a tirar del hilo
hasta localizar a los hermanos de Chicago, y con ellos unas cajas con muchos
más negativos en su interior, y a partir de ahí, la obsesión por saber más de
una niñera que había sido capaz de tomar unas fotografías a la altura de
cualquiera de los nombres consagrados.
Imágenes de una gran modernidad para la
época (su obra recorre desde los años 50 hasta los 90), en las que muestra a
niños con caras sucias, indigentes y alcohólicos tirados por las calles,
trabajadores, mujeres guapas que se reflejan en elegantes escaparates, las
desigualdades sociales, personas que miran sin comprender, vidas que roba desde
el autobús, desde una esquina, en la noche o a plena luz del día.
Imágenes plenas de mirada comprensiva, de
capacidad retratística, de una mujer callada, discreta, de pocos amigos, dotada
de una gran humanidad, con mucha mano para los niños, única habitante de un
exilio autoimpuesto dentro de las cuatro paredes de su habitación mientras la
imaginamos pasando por su memoria esas imágenes que acaba de tomar en la calle,
acumuladas de forma obsesiva y que nunca llego a ver impresas en el papel.
Más información: Wikipedia, El País, Smithsonian [en].
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