Ese era nada más y nada menos que el
objetivo que buscaba este trompetista, compositor y arreglista canadiense,
nacido en Toronto en 1930 y fallecido en Londres en 2014. Un objetivo que si lo
unimos a unos temas a medio camino entre la melancolía y el caos, como él mismo
definió su música en una entrevista en la BBC, completado con la elección de
los músicos que procedieran a destrozarlas, también según sus propias palabras,
se va dibujando una silueta tenue de que llegó a ser Kenny Wheeler.
Uno de esos genios discretos, humildes,
hasta demasiado, mientras otros músicos con muchos menos méritos generan un
ruido mediático mucho menos merecido. Y es que Wheeler fue un músico iniciado
en el bebop que era incapaz de tocar bebop, en orquestas de baile británicas,
que pasó por el free jazz y entrar en el jazz de vanguardia.
Nacido en el seno de una familia musical,
con 12 años era trompetista y en los años 50 se trasladó a Londres, después de
no haber conseguido un visado para viajar a los Estados Unidos, y allí
desarrolló lo mejor de su carrera, desde las orquestas de baile hasta que una
noche cruzó la puerta de un club en el que un grupo tocaba freejazz, un estilo
que al principio no le gustó nada a Wheeler, pero, sin embargo, siguió
visitando el club noche tras noche hasta que recibió una invitación para tocar
con el grupo.
Wheeler era un músico que siempre era capaz
de sorprender a los músicos o cantantes con los que compartió escenario, y
alguno de ellos reconoció que nunca sabía por dónde le iba a salir. Eso no
impidió que dejara una profunda y duradera huella en todos los músicos que le
conocieron, y desarrollando esa imagen de genio tranquilo, alejado del mundanal
ruido.
Al margen de consideraciones más o menos
teóricas y entrando en el terreno de las sensaciones, Wheeler es un músico de
esos absolutamente reconocibles, con un sonido distintivo, un sonido al
servicio de unos temas inolvidables con un poso de belleza triste, de
melancolía como escribía antes, de un caos controlado que lo que consigue es
remarcar la parte sentimental de los temas, salidas de lo más hondo para que
los oyentes nos dejemos tocar por unas composiciones para nada carentes de
lirismo, sino más bien todo lo contrario.
Kenneth Vincent John Wheeler se ha ganado
por derecho propio un puesto destacado dentro del Olimpo de los grandes músicos
de jazz, y que se mantuvo activo hasta poco antes de su muerte, dando a luz su
último disco en el año 2013. Como les ha ocurrido a muchas grandes personalidades,
murió en medio de algunas dificultades económicas lejos de su país de origen.
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