Nunca recuerdo
quién fue el autor de la frase que yo creo que mejor define a esta zona de
Europa, como aquella región que produce más historia de la que es capaz de
consumir. Algo que cobra realidad cuando nos fijamos un poco en la historia
contemporánea, por no irnos más atrás, con el origen de la Primera Guerra
Mundial, la desintegración del Imperio Austrohúngaro, la formación de
Yugoslavia después de la Segunda, y las guerras que se generaron tras la caída
del bloque soviético y las subsiguientes independencias nacionales, todas ellas
conflictivas a excepción de la de Eslovenia.
Por ir
ubicándonos, los Balcanes incluyen además de las repúblicas exyugoslavas de
Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia Herzegovina, Montenegro y Macedonia, acoge
también a Albania, Rumanía, Bulgaria, Grecia y sin dejar de lado Turquía, al menos por
lo que supuso la presencia del Imperio Otomano en la zona, y que tanta
importancia tuvo en el desarrollo posterior de las bandas de viento metal tan
características de una zona, también de gran riqueza étnica, por cuanto junto
con los eslavos, la presencia de judíos tanto centroeuropeos como sefardíes con
sus particulares tradiciones musicales, y, como no, la etnia roma (gitana),
forman un crisol fantástico.
Una región en
la que la música forma parte de todos los aspectos de la vida: nacimiento,
boda, funeral y cualquier otro que merezca una celebración. Mi primer
acercamiento a la realidad social y musical de la región fue de la mano de las
películas de Emir Kusturica (Tiempo de gitanos, Gato blanco gato negro,
Underground), de ahí descubrí su banda, la No Smoking Orchestra, y al autor de
muchas de sus bandas sonoras, Goran Bregovic, desde entonces convertido en mi
músico balcánico de cabecera.
Luego
llegarían otros como los rumanos de Fanfare Ciocarlia, el serbio SabanBajramovic o la bosnia Amira Medunjanin, considerada como la Billie Holliday de
los Balcanes. Como verán músicos de lo más variopinto, representantes de una
tradición cultural diversa, rica, transversal, capaz de cruzar geografías a
pesar de que los movimientos nacionalistas han provocado una suerte de
compartimentación musical que hace que determinados estilos se hayan convertido
en estilos nacionales, en ese proceso de construcción acelerada de una identidad
necesaria para reconocerse. Así, la sevdalinka se asocia a los bosniacos, la tamburitza se la disputan serbios y croatas, el cocek entre búlgaros macedonios, o la starogradska compartida por
serbios, macedonios y búlgaros, como señala Miguel Rodríguez Andreu en un
artículo que titula “Música balcánica o cuando el talento supera al
nacionalismo”.
Eso por lo que
respecta a los ritmos más tradicionales, porque la cosa se complica con los
estilos que aún manteniendo su raíz en el pasado, en melodías tradicionales o
en los temas que han venido formando parte de las letras de las canciones
populares desde tiempos inmemoriales y, que en algunos casos, están siendo
rechazados por las élites culturales e incluso desterradas de las televisiones
o las radios.
Algo así como
querer poner puertas al campo, porque incluso bajo el dominio comunista, los
intentos por reprimir estilos como la chalga, una forma de canción popular
búlgaro caracterizado por letras lascivas consideradas como obscenas por las
autoridades, siguió siendo cantado por el pueblo. Algo parecido ocurrió con el
manele, muy vinculado a Rumanía y derivado de las canciones de amor otomanas,
del que se ha llegado a decir que las personas que lo escuchan tienen un nivel
intelectual por debajo de la media.
El turbofolk serbio, aunque también se
manifiesta en otros países del entorno, también incide en los temas sexuales y
ofrece una visión de la mujer convertida únicamente en objeto de deseo que es
muy criticado por la mala influencia que genera en los jóvenes, tanto chicos
como chicas. Sus defensores, por el contrario, afirman que sólo refleja la
libertad sexual ganada tras la caída del régimen comunista.
Sea como
fuere, los Balcanes siguen conteniendo en su interior una riqueza musical
extraordinaria, crisol de culturas, de tradiciones, de grupos étnicos, que dan
a su música un estatus imprescindible para comprender algo de la maravillosa
diversidad de este continente nuestro.
...publicación inspiradora, Alfredo! me han entrado unas ganas enormes de volver a escuchar el disco con el que descubrí al gran Bregovic, a principios del 2000... ahí va un enlace: https://www.youtube.com/watch?v=cKF2GjRAUtE
ResponderEliminarSaludos!
Yo llegué a Bregovic por el cine de Kustu e incluso tuve la oportunidad de verlo en directo en Gijón en un concierto al aire libre realmente fantástico.
ResponderEliminarEl video que recomiendas no lo había visto y veo que está en la línea de "locura" habitual :)
Un abrazo!
...yo también tuve la oportunidad de escucharlo en directo, allá por el 2000 o el 2002... ufff, ya casi ni me acuerdo!! muy recomendable el disco de Kayah y Bregovic de esos años :)
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