Nacido en 1870 y fallecido en
1938, la obra de este escultor, dramaturgo, novelista y grabador alemán,
recorre algunos de los estilos artísticos de mayor difusión a lo largo de esos
años en Europa. Así, Ernst Barlach recorre los caminos que van del Art Nouveau,
el Simbolismo, el Realismo, para llegar a un Expresionismo muy influido por su
experiencia bélica en la Primera Guerra Mundial. Obviamente, la llegada de las
autoridades nazis al poder le trajo la etiqueta de “arte degenerado”.
Sus primeros estudios transcurren
en su Alemania natal, con un paso también por París, donde adquirirá una forma
de esculpir relacionada con la escuela francesa del momento. Un primer punto de
inflexión lo tendrá en un viaje de ocho semanas por Rusia, para visitar a uno
de sus hermanos, después de pasar una mala racha al ver las dificultades que
tenía para ganarse la vida con el arte. El contacto con el mundo campesino ruso
será una influencia sensible en unas figuras de mayor tamaño y una mayor
simplificación.
A su regreso, la protección que
le proporcionó el promotor artístico Paul Cassirer, le va a permitir tener un
seguro económico fundamental para su desarrollo como escultor, y centrarse en
la creación de un estilo propio claramente definitorio de su personalidad
artística. Un estilo que le llevará a poner especial atención a los rostros y
las menos de su personajes, vestidos con unos ropajes pesados. Expresiones y
ropajes que recuerdan mucho a la imaginería del Gótico.
Su militarismo y apoyo a la
Primera Guerra Mundial le llevaron a presentarse como voluntario para combatir
en el frente, hasta que fue retirado del mismo por una dolencia cardiaca. De
todas formas, tuvo tiempo suficiente para ver de primera mano los sufrimientos
de la guerra, hasta el punto de quedar marcado para siempre. Un efecto
compartido con otros de sus colegas artistas adscritos al expresionismo, y que,
como aquellos, llevaría a su arte.
La reconversión al pacifismo y el
intento de transmitir los padecimientos bélicos a su arte, le hacen entrar en
otra fase artística ya claramente expresionista, algo que se aprecia muy bien
en los monumentos que después de la guerra le encargaron en varias ciudades
alemanas y que acabarían por despertar la indignación de los nazis que
iniciaron una persecución implacable hacia su persona, llegando incluso a
clamar por su asesinato, y a retirar sus obras de los museos y las calles de
Alemania. Algunas de esas obras se recuperaron al final de la Segunda Guerra
Mundial, en un rápido proceso de rehabilitación de un Barlach que había muerto en 1938
precisamente de un ataque al corazón.
“Mi creencia es: lo que no se
puede expresar con palabras puede hacerse accesible a través de la forma”. Ese
era el credo artístico de un Ernst Barlach que siempre se movió en un terreno
complejo, ambivalente, con un repertorio de formas de gran vitalidad y de
profundo significado. Sin ser un seguidor de ningún credo religioso en
particular, la idea de divinidad está presente tanto en su obra escultórica
como en la dramatúrgica, interesado como estaba por todo aquello que está fuera
del mundo de lo tangible.
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