Los agachados, 1931. |
El México nacido de la Revolución
fue un país que entró en el camino de la modernidad con la normal tensión entre
las nuevas formas de vida urbanas y las tradicionales campesinas. Un México
nuevo que tenía que empezar a reconocerse a sí mismo y que vivió las normales
tensiones que traen consigo los periodos de cambio profundo.
Desde la azotea, 1941. |
En ese contexto de país empezó a
desarrollarse la obra fotográfica del básicamente autodidacta, Manuel ÁlvarezBravo (Ciudad de México, 1902-2002) , y que no fue óbice para que llegara a ser
reconocido como el fotógrafo más influyente del siglo XX en el continente
hermano. Un fotógrafo que supo recorrer un camino personal alejado del
pictorialismo y que supo dar a sus imágenes un contenido nuevo, diferente y
capaz de influir en generaciones posteriores.
Muchacha viendo pájaros, 1931. |
Se dice que Álvarez Bravo llegaba
a un lugar, se establecía con su cámara y no iba a la búsqueda de la imagen,
sino que esperaba a que el instante llegara hasta él para inmortalizarlo. Es la
captura del momento, la plasmación en imagen fija del tiempo. Se trata como
escriben Manuel Álvarez Bravo y Aurelio Asiain, no de detener el tiempo “sino
de hacerlo visible plenamente”.
Ondas de papel, c. 1928. |
Fotógrafo de los grandes
muralistas mexicanos como Ribera, Siqueiros, Orozco, y realizador de imágenes
fijas para cineastas de la talla de Eisenstein, John Ford y Luis Buñuel,
admirado por André Breton, Álvarez Bravo no termina de encajar del todo en las
etiquetas de fotógrafo “político” o “surrealista”. No parece ser ni una cosa ni
otra, sino más bien estamos ante un artista con una forma de mirar por momentos
desconcertante por la combinación peculiar de elementos y un sentido del humor
o, mas bien, de la ironía muy particulares.
Parábola óptica, 1931. |
Probablemente la única militancia que cabe encontrar
en las fotografías de Álvarez Bravo, es el del rechazo al pintoresquismo, a esa
forma de querer ver en la realidad únicamente la faceta antropológica,
etnográfica, para llevar la fotografía a un terreno en el que es necesaria la
interpretación a cargo del espectador, de la observación minuciosa de todos los
elementos que se dan cita en sus imágenes.
Andamios II, 1929. |
Al mismo tiempo, Bravo huye de
cualquier sentido del espectáculo mientras sus retratados están totalmente
ajenos a nuestra mirada y a la del fotógrafo; nos dan la espalda o no miran
directamente a la cámara, ajenos a la labor del fotógrafo al que ignoran con
una dignidad total. Otras veces serán caballos de tiovivo los que nos ofrecen
una sonrisa que tiene mucho de sardónica, riéndose, tal vez, de unos humanos
empeñados en emplear cantidades ingentes de tiempo en cosas completamente
inútiles.
Muy interesante fotógrafo que no conocía.
ResponderEliminarAbrazos.