Hay
voces que cuando uno las escucha por primera vez ya sabe que esas voces van a
acompañarle durante el resto de la existencia, formando parte de la particular banda
sonora que podría resumir perfectamente los distintos momentos vitales por los
que uno ha pasado y por los que le quedan por pasar.
Eso me
ocurre con la portuguesa Cristina Branco y su particular interpretación del
fado, ese ritmo melancólico que debe mucho a la saudade de nuestros vecinos y
que por estas Asturias mías entendemos perfectamente y la bautizamos como
señaldá.
Una
música la de Cristina Branco que me trae lejanos recuerdos lisboetas, de paseos
por el Barrio Alto, por Alfama, por calles empedradas de pendientes imposibles
en las que niños se afanan por emular a sus héroes futbolísticos, con olor a
mar, a historia, a señoras mayores que han visto pasar por delante ya varias
vidas, y al fondo el majestuoso Tajo solo piensa en fundirse con un Atlántico
de aguas frías.
Porque
la música de Cristina Branco va más allá y como el Tajo, se funde con el jazz,
con el tango, con ritmos universales, portuarios, de países, lugares y tugurios
de paso o donde los viajes se detienen por un instante para seguir adelante en
brazos de las notas, de una música universal, tristemente poderosa y tan
irresistible como el blues más triste.
Y es
que en la tristeza también hay belleza, frágil, viva, inaprensible, y, claro
está, poesía, magia en las palabras, magia en el encuentro, magia en el viaje,
en ese lugar en el mundo en el que nos encontramos, en el que miramos alrededor
y nos reconocemos en las esquinas familiares, en las personas que pasan a
nuestro lado (algunas de ellas incluso se detienen y se quedan aunque sólo sea
por un momento).
Lugares
de contorno familiares, esos lugares que el viaje nos obliga a dejar atrás y
que desde la distancia añoramos con fuerza (llamémosle saudade, señaldá, qué
más da el nombre), y recordamos con toda la fuerza que somos capaces. Porque
como dice la propia Cristina Branco: “Sé que es fría la claridad cuando estoy
lejos de casa, de los míos, de mi Sur, de todos los Nortes, pero son estas las
bifurcaciones de mi jardín y así soy un trozo de viento, de las palabras que
canto.”
Excelente entrada. No hay nada mejor que un fado, es una música que me encanta.
ResponderEliminarFelices Fiestas!
Abrazos.
Adoro este tipo de música y Cristina me ha sorprendido, no la conocía y me encanta, a mí también me situa en rua de prata y en el mar. Saudade y nostalgia, preciosa evocación. Gracias por traer a esta artista Alfredo.
ResponderEliminarBesos.
BALAMGO: Es fado y es más cosas. Las fusiones que hace con otras músicas como el jazz, llevan al fado a otra dimensión, lo enriquecen y mucho.
ResponderEliminarUn abrazo!
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CARMEN: Señaldá a raudales en cada uno de sus temas, pero también vida, paisajes, calles de la vieja y de la nueva Lisboa, del viejo y nuevo Portugal.
Un beso!