Neil
Cross. Ese es su nombre y quiero que se sepa. Aunque ya sé que es imposible
porque la serie se ha terminado con esta tercera temporada, si alguna vez
pudiera tener una breve conversación con él, le pediría que hiciera lo
(im)posible por devolverme a Luther. En fin, ya sé que no puede ser pero es que
no me resigno a que uno de los personajes más memorables de la historia de la
televisión, lo hayan obligado a despedirse de esa manera.
Después
de dos temporada magníficas, de las que me he ocupado aquí y aquí, afronté la
tercera con toda la ilusión del mundo de reencontrarme con Luther o con Idris
Elba, ese detective londinense que lleva sobre sus hombros el peso de la
oscuridad, de ese saber lo que hay en el lado oscuro como nadie lo sabe, ese
hombre que busca la justicia y que sólo ve como todo se derrumba a su
alrededor, capaz de llegar a la luz por los caminos más intrincados.
Todo lo
que hace que Luther sea un personaje absolutamente magnético, se va bastante al
garete en una tercera temporada en la que nos devuelven a un Luther diríamos
que “domesticado”, apuntado a la bondad y capaz de caer en contradicciones que
lastran el desarrollo de un personaje que, de todos modos, va a seguir siendo inolvidable.
Otra
vez mini temporada, sólo cuatro episodios, en los que Luther dará caza a unos
malos mucho menos interesantes que los de las de los 10 episodios precedentes
(seis de la primera temporada y cuatro de la segunda), aderezado con la
presencia de dos extraños agentes de policía, no sabemos muy bien si de asuntos
internos o dos que andan haciendo la guerra por su cuenta, que andan a la caza
y captura de Luther, esperando a que meta la pata en algo para poder
enchironarle con todas las de la ley, o no.
Dos
personajes para olvidar, de flojo desarrollo psicológico y a los que en
cualquiera de las dos temporadas anteriores, Luther se los hubiera comido
absolutamente crudos. Y uno no se daba cuenta de lo que echaba de menos a Alice
Morgan, hasta que la vuelve a ver aparecer con esa sonrisa enigmática, esa
cálida frialdad.
Y ahí
tenemos a Luther caminando de esa forma tan peculiar, las manos en los
bolsillos y ese abrigo, imán de toda suerte de calamidades, mientras el gris de
Londres parece más luminoso que el dolor que arrastra, mientras en uno de los
múltiples puentes de la capital británica se desarrolla un final abierto, un
final con interrogantes que parece que no se van a resolver y que terminan
siendo de lo mejor de la tercera temporada.
Se
habla de la posibilidad de que el ciclo Luther se cierre con una película a
modo de precuela y un spinoff para Alice Morgan. Ya veremos. Mientras tanto,
por favor, ¿puede alguien devolverme a Luther?
Comprendo esa sensaciòn de orfandad que se siente en estos casos...
ResponderEliminarun beso y un fuerte abrazo, querido amigo.
Una serie magnífica que ha tenido un final que no ha estado a la altura.
ResponderEliminarUn abrazo!