Para la posteridad ha dejado
alrededor de 10.000 fotografías del París de finales del siglo XIX y primeras
décadas del siglo XX. Un París que estaba sufriendo transformaciones dramáticas
de la mano de la industrialización y de los planes urbanísticos de Haussmann.
Ese mundo al borde de la desaparición será el que retrate de una forma muy
particular Eugene Atget.
Eso después de una trayectoria
vital nada sencilla. Nacido en Libourne, cerca de Burdeos, en 1857, pronto fue
inquilino de un orfanato del que salió al finalizar la educación básica, camino
de un barco para enrolarse como marinero. Sin embargo, la vocación artística
viajaba con Atget que tiempo después, intentará formarse en París como actor,
profesión en la que sólo obtuvo algunos papeles irrelevantes.
A la vista de estar en un camino
sin salida, lo intentó luego con la pintura, actividad en la que tampoco logró
sobresalir al menos para ganarse la vida. Finalmente, tomaría la decisión de
optar por la fotografía donde al menos encontró un modo e vida, si bien
precario, ya que en el momento de su fallecimiento en 1927 en París, su
situación económica era más bien de pobreza.
Utilizando unos medios ya
obsoletos para la época y una forma de retratar que ya tampoco estaba en
consonancia con los de otros de sus colegas, Atget consiguió dejar un legado
fotográfico único, muy apreciado por los surrealistas, que vieron en el
fotógrafo una suerte de precursor de sus ideales estéticos, especialmente por
esas imágenes casi fantasmagóricas de maniquíes reflejados en el cristal del
escaparate, o esas imágenes de elementos cotidianos que sacados de su contexto
habitual generan nuevas lecturas expresivas.
La luz y la sombra y los juegos
de formas fueron las preocupaciones fundamentales de este artista, y la captura
de la esencia de un París que empezaba a caer bajo el empuje de una modernidad
avasalladora. Así, dejó fotografías de monumentos, iglesias, palacios y vendió álbumes
de fotografías a la Biblioteca Nacional y a la comisión de monumentos,
precisamente para la preservación de esos edificios.
Pero no son solo calles, parques,
escaparates, circos, tiendas de todo tipo, sino que también las personas, los
vagabundos, las prostitutas, las familias numerosas de un proletariado urbano
que vive en condiciones inhumanas, son protagonistas en la obra de Atget, un
hombre que se acerca a la realidad de una forma humilde, sin pretensiones ni
artísticas siquiera, humana, con delicadeza, para captar esa realidad tal y
como es, sin artificios, sin manipulaciones, solo, y no es poco, como forma de
dar testimonio y, tal vez, como una manera de buscar una interpretación a todo
lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
Gran parte de su legado ha
llegado hasta nosotros, gracias a que Berenice Abbott, ayudante del fotógrafo
Man Ray, le compró sus negativos que luego llegarían a los Estados Unidos, y
ahí empezaría el camino de vuelta a Francia de Atget ya reconocido como uno de
esos fotógrafos imprescindibles.
Espectacular poder ver este París tan bien documentado y enfocado de un modo tan peculiar. Seguiré informandome. Me atrapó (París ya me tiene atrapada!!!)
ResponderEliminarun fuerte abrazo, amigo Alfredo. Ojalá estés disfrutando del verano por ahí.
Imposible resistirse al embrujo de París, y estas fotos nos enseñan una parte que ya no se puede ver.
ResponderEliminarEl verano se ha decidido a ser verano y calor no nos falta :)
Un beso!!