Nacido en Nueva York en 1928 y
fallecido en la ciudad mejicana de Tijuana en 1984, Garry Winogrand tuvo tiempo
a convertirse en uno de los grandes fotógrafos de los Estados Unidos de los
años 60. Su primera mujer llegó a decir que estar casado con Winogrand era
igual que estar casada con una lente fotográfica.
Hasta ese punto llegaba la
obsesión de este fotógrafo siempre con la cámara dispuesta y disparando a un
ritmo frenético, para dejar una amplia colección de instantáneas, muchas de
ellas solo recientemente positivadas y expuestas al público, en las que deja su
visión irónica, profunda y chocante de la sociedad de la época.
Una sociedad que lo mismo
visitaba zoológicos que acuarios, generando unas extrañas y sugerentes
concomitancias entre el mundo animal y las personas, que se relacionaban en
acontecimientos sociales para clases altas, que en ruedas de prensa de
políticos o las mismas calles de cualquier ciudad.
Una sociedad aparentemente
satisfecha de sí misma, a pesar de la amenaza nuclear que planeaba sobre el
sueño americano, primero con la guerra fría, la crisis de los misiles cubanos
después, y finalmente, con el asesinato del presidente Kennedy. Acontecimientos
todos ellos que despertaron del sueño al pueblo americano y no fueron más que
el preludio de unos años 70 marcados a fuego por la guerra de Vietnam.
La aplicación de Winogrand a la
fotografía hizo que la crítica lo pusiera al mismo nivel al menos, de otras
grandes figuras como fueron Robert Frank, Lee Friedlander, Diane Arbus o
Henri-Cartier Bresson.
Las fotografías de Winogrand
dejan siempre una sensación contradictoria, de cierta perplejidad, de preguntas
que se abren y quedan ahí flotando en ese aire que rompe un hombre ejecutando
una pirueta vestido de traje y corbata ante la mirada divertida de unos botones
de hotel, mientras en otra aparecen unas jóvenes sentadas en un banco con una
de ellas hablando con un hombre de color, mientras las otras intentan no mirar.
Interiores de bares de ligue,
veteranos de alguna guerra en medio de la calle, familias desamparadas,
personas que disfrutan del lujo y la despreocupación. Todo tiene cabida en las
fotografías de Winogrand, unas instantáneas que sirven para explicar la
realidad que le tocó vivir, los elementos contradictorios que forman nuestras
sociedades.
Más información: Washington Post, BBC.
Agradezco mucho el esfuerzo y la calidad de tus entradas. Para mí,siguen siendo lecciones magistrales de fotografía.
ResponderEliminarUn abrazo.
No tenía conocimiento de Winogrand, que por otra parte, me ha causado una gran impresión.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que son imágenes desasosegantes, donde parece que no está pasando nada, pero que en realidad esconde mucho significado.
Gran entrada. Un saludo.
Es la vida misma, la realidad cotidiana reflejada para la posteridad. Muy agudo el objetivo de este fotógrafo. Saludos, Alfredo.
ResponderEliminarBALAMGO: La fotografía es un arte con el que disfruto mucho como espectador, porque como fotógrafo no alcanzo tan lejos.
ResponderEliminarUn abrazo!!
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ANÓNIMO CASTELLANO: Eso le da valor a una fotografía, ese congelar un instante preciso más allá del cual se abren historias.
Un saludo!!
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PACO: Efectivamente, la vida misma congelada en un momento determinado para que nos fijemos en detalles que normalmente nos pasan desapercibidos.
Abrazos!!
Una pasión es una pasión, y compite con el amor mismo o los vínculos afectivos.
ResponderEliminarUn ojo inteligente para prever el destino del sueño americano.
Como siempre, excelente y didáctico.
un fuerte abrazo
Efectivamente es así. Me parece a mí que tener pasión por lo que nos rodea es una buena forma de estar en el mundo.
ResponderEliminarUn besote!!