Nacido en la ciudad suiza de
Zurich en 1924, en el seno de una familia judía, Robert Frank se inició en el
mundo de la fotografía por las ganas que tenía de salir del área de influencia
del negocio familiar. La necesidad de abrirse al mundo le llevó a variar
sustancialmente el rumbo laboral al que parecía estar destinado.
Eso le llevará a un primer
proceso de aprendizaje del que saldrían unas obras sofisticadas, brillantes,
relacionadas con el lujo. Unas características que se modificarán
sustancialmente hasta llegar a convertirse en uno de los fotógrafos más
influyentes de los Estados Unidos, país al que emigró en 1947.
En su nuevo país de acogida, sus
primeros pasos fotográficos los dará, por razones alimenticias, en el mundo de
la moda de la mano de la revista Harper’s Bazaar. Nueva York era el territorio
en el que Diane Arbus o Saul Leiter estaban dando forma a la Escuela de Nueva
York. Después de una pequeña estancia en París, Robert Frank regresará a los
Estados Unidos en 1953.
A todo esto, nuestro fotógrafo ya
había tenido para desencantarse del sueño americano, después de encontrarse con
una de las muchas caras de los Estados Unidos, y que no era otra que el de la
pobreza, la exclusión racial y la falta de solidaridad. Sobre esa base
edificará el libro The Americans (Los Americanos), con unas 80 fotografías
después de un arduo proceso de selección entre unas 28.000 obtenidas después de
dos años de viaje por todos los Estados Unidos.
En ese libro comparten presencia
los obreros de Detroit, los travestis de Nueva York o los negros de Nueva
Orleans obligados a utilizar transportes públicos distintos de los usados por
la población blanca, niñas con aspecto de que alguien les ha robado la infancia,
bebés dejados en el suelo de un tugurio.
Un libro tan revolucionario para
la época que tuvo que ser un editor francés el que primero lo sacara a la luz
en 1958, para que un año después pudiera ser publicado en los Estados Unidos,
con textos de uno de los apóstoles del movimiento beat como era Jack Kerouac.
El viaje le llevó a recorrer
paisajes de la América profunda en los que vivió en sus propias carnes las
contradicciones del país, como aquel pueblo en el que el sheriff al ver un
desconocido, además judío, conduciendo un coche antiguo, le estuvo interrogando
durante varias horas, o aquel otro en el que la máxima autoridad policial le
dio una hora para abandonar el pueblo.
A partir de la publicación de ese
libro y de la exposición que le dedicó el Guggenheim en 1962, Robert Frank se
convirtió en uno de los fotógrafos de referencia en los Estados Unidos gracias
a su forma de diseccionar el mundo que le rodea, a la fuerza de penetración que
tienen sus instantáneas.
Más información: Atget Photography, NPR.
Me encantan esas fotos de esa América profunda; es impresionante esa niña rubia con el pitillo o esa soledad de esos personajes de bares o metro. Gran reportaje, Alfredo. Buena semana.
ResponderEliminarExcelente Alfredo el sacar a R:Frank y su muestra de fotografía. El post es extraordinario.
ResponderEliminarUn abrazo.
PACO: Coincido contigo en la fuerza de la imagen de esa niña con el cigarrillo en la mano y esa mirada impropia de alguien de su edad. Una foto estremecedora.
ResponderEliminarUn saludo!
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BALAMGO: Lo extraordinario son las fotografías de Robert Frank, que supo retratar como nadie la realidad de su país de adopción.
Un abrazo!
La foto de la Nena Fumando no pertenece a Robert Frank, sino a Sally Mann.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan por la advertencia. Tienes razón. Ya la he cambiado.
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