“Es tu trabajo lo que importa, no
tienes que preocuparte por lo que piense la gente. Tienes que concentrarte
únicamente en tu trabajo y no distraerte, porque si haces un buen trabajo tarde
o temprano serás reconocido por ello, pero tienes que tener la fuerza
suficiente para mantener tus propias convicciones”.
Esa frase del fotógrafo Richard
Billingham (Birmingham, Gran Bretaña, 1970) creo que resume bien el espíritu de
un artista que no solo fue rechazado en 16 escuelas de arte antes de conseguir
acceder a la Universidad de Sunderland, sino también la fuerza interior que
tuvo que necesitar para sobrevivir a una familia sin desperdicio alguno.
Resumiendo, diremos que su padre
era maquinista hasta que se quedó sin empleo en plena época de la Dama de
Hierro, Margaret Thatcher, y ante las nulas perspectivas laborales tomó la
nefasta decisión de convertirse en alcohólico y empezar a vivir únicamente de
los subsidios. La necesidad de dinero, le hizo vender su casa para pasar a
vivir en un bloque de viviendas sociales. Su madre, con un problema de
obesidad, fumadora compulsiva y únicamente interesada por los animales
domésticos, las chucherías, los tatuajes y los puzzles. Durante dos años
abandonó a su familia, mientras el hermano de Richard era acogido por los
servicios sociales.
En medio del desolador panorama
familiar, Richard Billingham optó por el arte como forma de poner un poco de
orden en el caos familiar. Así sus primeros pasos los dio a través el dibujo y
de la pintura y decidió utilizar su familia como modelos, sin embargo, le
costaba que se mantuvieran el tiempo necesario inmóviles para poder pintarlos y
por eso decidió empezar a hacer fotografías, y así utilizar esas imágenes para
componer sus cuadros.
Él mismo cuenta que en esos
primeros años, utilizaba la película más barata que podía encontrar y luego
revelaba el resultado también en el sitio más barato. Eso da una textura
especial a sus fotografías que pronto pasaron a ser la forma de expresión
artística que le permitirá abrirse camino en el mundo del arte.
Esas imágenes tomadas de las
escenas cotidianas de su casa, con su padre durmiendo, comiendo o borracho, su
madre haciendo puzzles o reclinada en un sofá a lo maja vestida, o de su
hermano aplicado con total concentración a la Playstation, las reunirá en un
libro que titulará Ray’s Laugh y que le abrirá las puertas del mundo del arte.
Richard Billingham nos muestra su
realidad familiar sin artificios ni técnicos ni de otro tipo, solo la vida en
estado puro, sin contener ningún tipo de mensaje social, político o cualquier
otro tipo, como alguna vez ha explicado el propio Billingham. “Mi intención no
es la de causar ningún tipo de impacto, de ofender, ni ser sensacionalista o
dejar un mensaje político o de lo que sea, solo quiero hacer un trabajo con el
máximo contenido espiritual del que soy capaz”, afirma.
Son fotografías que “pueden ser
entendidas por todo el mundo sin pedirle al espectador ningún tipo de esfuerzo
ni intelectual ni conceptual; solo presenta de una forma directa la lucha
diaria”, según afirma Emma Safe.
Otras de sus series fotográficas
recorren paisajes fronterizos, lugares que tienen una especial significación
para él, muchas veces vinculados a paisajes industriales en decadencia, patios
de juegos entre edificios de viviendas estatales. En 2006, comenzó a hacer una
serie tomando como inspiración sus visitas al zoo cuando era niño, y en los
últimos tiempos ha recorrido el área de Essex y Suffolk a la búsqueda de los
paisajes que pintó Constable.
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