Los ambientes de urbanizaciones de viviendas unifamiliares en los
extrarradios de las ciudades norteamericanas, es uno de los espacios preferidos
por el fotógrafo Gregory Crewdson (Brooklyn, Nueva York, 1962), para colocar a
los personajes de sus imágenes que deben mucho, como así lo ha reconocido el
propio artista en varias ocasiones, a la pintura de Hooper o el cine de David
Lynch, especialmente Terciopelo Azul.
Crewdson es el fotógrafo del crepúsculo, de los personajes sumidos en
un silencio angustioso y angustiante, de miradas perdidas en un punto
indeterminado, desnudos ante un espejo mudo que les devuelve una imagen de un
realismo insoportable mientras los amantes se dan la espalda incapaces de
afrontar la realidad.
No importa la edad, porque la desolación, la soledad, la
incomunicación, no entiende de edades ni de sexos, ni si están en interiores
tan deteriorados como sus vidas, tan invadidos por la naturaleza que han
perdido toda huella de espacios mínimamente acogedores, ni terminan de estar en
comunión con lo que les rodea, mientras coches o taxis salidos de no se sabe
dónde, los dejan abandonados a su suerte o están detenidos en medio de una
ciudad vacía, más amenazadora que nunca mientras nieblas ocultan amenazantes el
horizonte, y los semáforos mantienen el ámbar indeciso.
A veces, algunas veces, aparecen focos de luz al modo de la
espilberiana Encuentros en la tercera fase, y los rostros se vuelven hacia esa
luz, tal vez buscando una respuesta, una esperanza, una realidad trascendente
que les saque de la rutina, de la mediocridad. Pero todo se congela, se detiene
y el pasado y el futuro no existen, solo el presente detenido en unas vidas
crepusculares, en unas vidas que no sabemos cómo serán cuando la luz del sol
por fin se enseñoree del horizonte inmersos como están en un crepúsculo
permanente.
Miedos, angustias, temores freudianos nacidos de aquellos espionajes
infantiles de Crewdson a su padre psicólogo de la corriente del doctor
austriaco, siempre más interesado en su propio padre que en los pacientes, y
Crewdson tal vez esté buscando la forma de conjurar sus propios miedos, sus
propias zonas oscuras.
Un territorio vital que ahí está, viviendo en el interior de cada uno
de nosotros esperando las condiciones ideales para manifestarse en toda su
crudeza, un mundo con el que Crewdson crea unas imágenes de una belleza
desconcertante, una belleza de suburbio, una belleza en transición entre el
antes y el después, congelada en el momento presente, en el momento sin causa
originaria y sin consecuencia posterior.
Más informacion:
Siempre solos, mal nos parta un rayo, habitáculos, calles, butacas.
ResponderEliminarA lo Hopper pero en plan fotograma. Besito.
Las fotografías me han parecido de un realismo supremo. Me han gustado mucho.
ResponderEliminarAbrazos.
Qué bueno, cierto, yo también he pensado en Hopper!, es estupendo.
ResponderEliminarY ahora tenemos a Hopper en Madrid, después París y es la mejor y más importante de este artista que se hace en Europa.
Saludos,
un beso.-
NATALIA: Alguna vez le han comentado a este artista si no estaría interesado en hacer cine y dice que no. Que lo suyo es el fotograma congelado, ese momento concreto sin origen y sin punto de destino.
ResponderEliminarUn beso!!
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BALAMGO: Yo diría que son irrealemente reales, o sea, ya camino de ir un poco más allá de la realidad. En todo caso fantásticas.
Un abrazo!!
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CALAMANDA: Efectivamente, el recuerdo de Hopper salta inmediatamente , y es una pena no poder pasar por Madrid para disfrutar de la exposición.
Besos!!