Homage to Marcel Duchamp. Auras (2008) |
Para la crítica artística
británica, Susan Hiller (Tallahassee, Florida, Estados Unidos, 1940) es la
artista con mayor influencia sobre la joven generación de artistas británicos.
Algo que no es extraño a la vista de la potencia conceptual base de toda su
obra desde que en los años 70 decidiera finalmente orientar su trayectoria
vital hacia el mundo del arte.
Antes de eso pasó por la
antropología, una ciencia que estudió en Nueva Orleans atraída por unos
estudios dirigidos por Margaret Mead “muy famosa en aquellos días [mediados de
los años 60] y su generación de antropólogos eran todas mujeres”, tal y como
afirma Susan Hiller en este artículo del The Observer.
Su relación con esa ciencia se
mantendrá hasta el estallido de la guerra de Vietnam, un conflicto que “me
enseñó que la antropología no era una práctica inocente. La información era
enviada al Gobierno. Además, la información solo procedía de los hombres de
otras culturas. Las mujeres no eran entrevistadas. Nosotros pertenecíamos a una
generación radical y eso era algo imposible para mí”, desvela Hiller en el
mismo artículo.
Belshazzar's Fest, The Writing on Your Wall (1983-84) |
Con ese desengaño a cuestas,
decidió volver a los caminos del arte que ya había empezado a andar cuando con
ocho años de edad había ganado un concurso artístico y de retomar los estudios que había
llevado a cabo en Nueva York antes de dedicarse a la antropología, relacionados
con la fotografía, el cine, el dibujo y la lingüística. Todo ello completado con
una estancia en París para estudiar técnicas de estampación.
Day for night (2009) |
La entrada de Susan Hiller en el
mundo artístico, ya asentada con su marido en Londres, supuso que entrara a
formar parte de una primera generación de mujeres artistas feministas. Un
contenido “que me advirtieron que podía arruinar mi carrera. Yo tenía una
etiqueta de artista conceptual interesante y después de mi feminismo, mi
posición preocupó a muchos críticos”, señala Hiller en el artículo ya citado,
en el que un poco después reconoce que su obra está influenciada por su
percepción feminista, una percepción que matiza “no quería ser un ataque
agresivo hacia los hombres, solo era una cuestión de trabajar en mí misma”.
Monument (1980-81) |
A partir de esos presupuestos
antropológicos y feministas, junto con algunos otros, Hiller va a construir una
propuesta artística radical en la que tienen cabida elementos considerados
menores de nuestra rutina cotidiana como pueden ser, por ejemplo, las tarjetas
postales, con lo relacionado con el mundo mágico, de las creencias e incluso
las experiencias paranormales.
Homage to Gertrude Stein. Lucidity and Intuition (2010) |
Incluso va a inventar el
neologismo “paraconceptual” para definir esas obras que se mueven entre lo
conceptual y lo paranormal apreciable en obras que tienen como base los
testimonios de personas que afirman haber tenido contactos con extraterrestres
y son capaces de explicar esas experiencias.
“En la práctica artística de
Hiller son constantes las referencias a la telepatía, el espiritismo, la
meditación, la escritura automática o la hipnosis, junto al uso y la reapropiación
-en ocasiones irónica- del psicoanálisis, el feminismo, el lenguaje
cinematográfico, la museografía o las técnicas de catalogación de materiales de
archivo”, según queda definido en este artículo.
El mundo de los sueños, del
inconsciente, de los miedos, de las narraciones infantiles, en definitiva, de
la memoria, del recuerdo, de esa duda que nos queda acerca del recuerdo que
quedará de nosotros, de la huella que dejemos cuando nos llegue la muerte, la
disolución de todo eso, son cuestiones permanentes en la obra de Hiller. Eso la
llevó, por ejemplo, a desarrollar The J-Street Project (2002-2005), un proyecto
para filmar las calles y lugares de Alemania relacionados con los judíos,
vestigios mantenidos a lo largo de los siglos en un país que intentó
exterminarlos. Otro ejemplo sería Monumentum, en el que reproducen las placas
colocadas en un parque londinense que recuerdan a personas anónimas que
perdieron su vida por salvar la de otros en diversos tipos de accidentes.
Witness (2000) |
Con todo, la obra de Hiller termina
por colocar al espectador en el centro de la propia obra, eliminando así
cualquier tipo de relación jerárquica que pudiera haber entre artista y
espectador, ahora colocados en pie de igualdad en tanto en cuanto ambos
recorren un camino de búsqueda, de exploración incluso de sus propios miedos,
colocando al espectador como una parte más de la obra de arte.
Voyage to Rough Sea. Homage to Marcel Broodthaers (2009) |
Obras de arte que toman la forma
de instalaciones, de piezas sonoras, fotomontajes, muchas veces combinados en
una única obra, lo que les convierte en elementos difícilmente etiquetables.
The Outlaw Cowgirl (2005) |
Uno de los artistas de los que
reconoce su influencia es el alemán Joseph Beauys, al que dedica uno de sus
Homenajes, y su idea del artista como chamán. Dice en The Observer: “Siempre he
estado interesada en la conexión entre el artista que es considerado como
alguien especial y celebrado como genio y la gente corriente”. Gertrude Stein
será otro personaje al que Hiller dedique otro de sus piezas de homenaje, en
este caso centrándose en el interés que sentía la mecenas por el surrealismo y
las teorías de la escritura automática.
The J Street Project (2002) |
El universo, tal vez sería mejor decir los universos, que
crea Susan Hiller en sus obras, terminan por sacar a la luz los miedos que
todos llevamos dentro, los fantasmas con los que Hiller nos contrapone o nos
hace dialogar utilizando un alfabeto alternativo creado por la propia artista
utilizando para ello aquellos restos dejados de lado en una sociedad en la que
racionalidad e irracionalidad están en permanente choque y confrontación.
Fuentes consultadas:
Singular mujer.
ResponderEliminarUn artículo muy currado.
Abrazos.
Una artista poderosa y que pone el acento en cuestiones creo yo que muy relevantes.
ResponderEliminarBuen finde!!