El pasado 20 de enero en el
hospital de la localidad californiana de Riverside, dejaba este mundo una de
las voces femeninas más influyentes de los últimos 50 años. Se trata de Etta
James, nacida Jamesetta Hawkings en 1938, y que llevó hasta las últimas
consecuencias el consejo que le dio su primer maestro de canto, James Earle
Hines, cuando con cinco años Etta empezó a cantar gospel en la iglesia
baptista: para cantar mejor hacerlo con el estómago que con la garganta.
La carrera musical de Etta James sufrió los mismos
altibajos que su vida personal, marcada por ser hija de una madre de 13 años,
de padre blanco al que nunca llegó a conocer, aunque siempre estuvo convencida de
que el responsable no era otro que el famoso buscavidas y jugador de billar
inmortalizado en la película El Buscavidas: Rudolf “Minnesota Fats” Wanderone.
Con 12 años su madre volvió a por
ella y se inició ahí una relación más que complicada, con una madre ausente y
como la propia Etta cuenta en su autobiografía Rage to survive: The Etta James
Story (1995), cuando regresaba del colegio su madre nunca estaba en casa y ahí
empezó con el alcohol y la marihuana, iniciando un camino que la llevará a lo
largo de su vida a frecuentar compañías poco recomendables, engancharse a la
heroína y a pasar temporadas en la cárcel por atracos y posesión de
estupefacientes. Cuando logre superar sus adicciones tendrá que empezar una
lucha no menos dura contra una obesidad mórbida que la había apartado de los
escenarios.
Con 15 años conocerá a John Otis,
casualmente fallecido un día antes que Etta James, con quien grabará su primer
éxito Roll with me Henry, transformado después por la compañía discográfica en
The Wallflower. Para grabarla le dijo a Otis que ya tenía los 18 años, ya que
de lo contrario hubiera necesitado el consentimiento de su madre que por aquel
entonces estaba en la cárcel.
A pesar del poco tiempo que
pasaron juntas y que devino en una relación tormentosa a lo largo de toda su
vida, su madre le hacía escuchar, pensando en su formación musical a Billie
Holliday, Ruth Brown o Bessi Smith.
El tema que grabó con Otis fue su
primer gran paso musical, con el que demostró poseer una voz muy versátil que
con el tiempo iría ganado ese poso especial, ese timbre único capaz de
transmitir sentimientos muy duros, emociones muy profundas nacidas del interior
de un ser atormentado, moldeado a través de circunstancias personales muy
difíciles, y que la convirtieron en una artista única a la altura de voces como
las de Aretha Franklin o Billie Holliday, artista a la que dedicó uno de sus
mejores discos, Mystery Lady.
Seis premios Grammy y la entrada
en 2001 en el Blues Hall of Fame, son hitos que con ser importantes a mí me parecen
menores al lado de la estatura musical alcanzada por una mujer que nunca
consiguió demasiados hits, no terminó de llegar con regularidad a una gran
cantidad de público, pero que cuando entraba en un club para desgranar su
repertorio todo el mundo allí reunido sabía que allí iban a pasar cosas de esas
que no se pueden expresar con palabras.
¡Impresionante! Cantante magnífica que llega a las entrañas cuando nos dejamos llevar por su fuerza.
ResponderEliminarMuy buen homenaje.
besos y buena semana.
Una voz marcada por su vida y sus excesos. Una cantante extraordinaria.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Muy elaborada la entrada, y muy bien relatada la biografía "dura" de esta gran cantante, como dices los premios Grammy y la entrada en el Blues Hall of Fame, son anécdotas en comparación con la gran fuerza de su voz, y el poco reconocimiento entre el gran público, supongo que porque nunca estuvo en el lugar adecuado y en el momento oportuno.
ResponderEliminarUn abrazo
Su trayectoria vital probablemente le impidió alcanzar mayores cotas de fama musical y ocupar el lugar que por derecho le correspondía, pero eso no impide que objetivamente, haya que colocarla entre las más grandes.
ResponderEliminarBuena semana!!