La BBC decidió el año pasado recuperar para la pequeña pantalla al inmortal detective Sherlock Holmes y su fiel doctor Watson, salidos de la no menos inmortal pluma de sir Arthur Conan Doyle, de cuyo fallecimiento se cumplieron en 2010, 80 años.
Motivos más que suficientes para que la televisión pública británica se pusiera manos a la obra, para producir otra miniserie de tres capítulos de 90 minutos de duración cada uno: Estudio en rosa, El banquero ciego, y El gran juego.
Una serie con el acierto de traer a los tiempos contemporáneos a esos dos personajes a los que dan vida para la ocasión los actores David Cumberbatch y Martin Freeman, que reproducen bien las características fundamentales de un Holmes intelectualmente arrogante, y un Watson que pone el contrapunto perfecto.
El doctor Watson es un veterano de la guerra de Afganistán, y Holmes es un joven consultor de la policía, capaz de sorprendentes y ágiles deducciones a partir de unir elementos minúsculos a los que el común de los mortales no prestamos la menor atención pero que hablan de lo que somos aún mejor que nosotros mismos.
De los tres capítulos el que me ha parecido más interesante es el primero, el que consigue transmitir un mayor misterio, una mayor tensión en el desarrollo de su historia, con un final francamente tenso y brillante. El resto de capítulos con tener su interés, se quedan por detrás del que abre temporada.
Salvo el pequeño detalle de que ahora Holmes no estimula su cerebro en periodos de aburrimiento con cocaína sino con parches de nicotina, lo que resulta cuando menos chirriante, se ha respetado el fondo de una personalidad sociópata, tan preocupada por detener al malo como por demostrar que siempre tiene razón, con una adaptación a los tiempos modernos. Así, Holmes utiliza el móvil, Internet, y tiene una web en la que comparte sus conocimientos.
En definitiva, una serie entretenida, de la que se anuncia otra minitemporada de otros tres episodios para el próximo otoño, que seguro que disfrutarán todos los aficionados a las novelas de Doyle.
Ví el primer capítulo en una televisión de cable, no me acuerdo si la Fox o cualquier otra, y, aunque no estaba mal y tenía buenos puntos, no me acabó de gustar y la dejé de ver; ese Sherlock Holmes tan moderno, con móvil ultramoderno y esas aficiones tan raras no me acaba de cuadrar. En fin, Alfredo, cuestión de gustos. Espero que hayas tenido una excelente entrada de año, ya que la vida no imita al arte. Saludos.
ResponderEliminarPues el primero es el mejor de ellos para mí gusto, con diferencia, por lo demás una serie entretenida y en lo fundamental fiel a los personajes originales en buena medida. Es cierto que los que hemos visto los clásicos se nos ha quedado la imagen de Basil Rathbone, y eso es difícil de olvidar.
ResponderEliminarCasi diríamos que la vida imita a la mala televisión, ¿o será al revés? Inquietante en todo caso.
Buen año bloguero.
Un abrazo!!
Ah, Alfredo, tú lo has dicho, Basil Rathbone, como eso nada.
ResponderEliminarY hablando de mala televisión, Sabina dijo una vez que en verano la telebasura huele más; aunque ahora sea invierno, te digo que la telebasura es más amplia y abarca más (CNN+ y compañía). Otro abrazo.
Corren malos tiempos para la buena televisión.
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