"En la escultura española contemporánea el papel de excepción de Orensanz se basa en el fenómeno mágico de una creación maquinalmente imaginativa, formalizada en lo más alucinante, concebida a través de la rareza onírica, ese céfalo director de orquestra que no falta a cita del bizarro testimonio metálico del constructor de imágenes." (Mario Ángel Marrodan)
Abro este artículo con esta cita recogida de la web de Dolores Sierra, de la que también recojo la cita con la que se cierra este texto. Y lo hago porque creo que con esas citas se resume bastante bien algo del peculiar, complejo universo artístico de un aragonés polifacético y capaz de expresarse a través de multitud de medios, técnicas y canales. En este caso no he puesto el año de su nacimiento en el título ya que me he encontrado con fuentes que apuntan al año 1940 y otras a 1951.
Su educación artística tiene lugar en primera instancia en Barcelona, para luego pasar por distintos países de Europa, con una estancia en París desde donde saltará a Nueva York en los años 80, ciudad donde tiene su base creativa en una antigua sinagoga del Lower East Side, que se ha convertido además de en taller, en un lugar en el que se celebran conferencias, convites y bodas, y por el que han pasado personalidades de todo tipo relacionados con el mundo del cine, la música o incluso la política.
En la Gran Manzana trabajará en la decoración del mítico Estudio 54, y con numerosos arquitectos como Marcel Breuer, Martin Gelber y John Portman. Siempre interesado en que su obra sea vista por la mayor cantidad de personas posible, Orensanz gusta de introducir sus obras en el medio natural o urbano, y así pueden encontrarse obras suyas en lugares perdidos del Pirineo, o en parques públicos o plazas de algunas ciudades de los Estados Unidos, Europa, o Asia.
En muchas ocasiones se trata de obras efímeras que consisten en telas de colores dispuestas en el entorno, y con las que ha creado en su fundación-sinagoga, una versión aérea, como él la llama, de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. Obras muchas de ellas colocadas en medio de los elementos naturales, del agua o la nieve, y que después puede llegar a dinamitar para grabar el proceso de explosión y destrucción de la obra.
El cilindro es una de las figuras geométricas clave en la obra de Orensanz, lo mismo que las varillas metálicas que clava en el suelo y que colocadas en entornos naturales adquieren un aire totémico, como si algún pueblo estuviera delimitando los límites de su territorio. Obras que en ocasiones tienen un claro mensaje social, político, pacifista, como cuando en 1999 recorrió diferentes partes del mundo portando una obra en contra de la guerra de Kosovo, o la instalación que ejecutó para condenar la masacre de las bombas atómicas arrojadas sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
"Yo creo que lo más importante que Orensanz ha aportado a la escultura es su superación. No, superación no es la palabra. Amplificación del concepto de cuerpo escultórico. (…) En Orensanz no hay que entenderlo como una afloración del pasado o de lo extraoccidental. En Orensanz se produce la superación de la escultura mediante la elevación a hábito artístico de un presupuesto específicamente occidental de hoy." (José María Moreno Galván)
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