A pesar de ser una artista que ha tocado distintos palos como el dibujo, la pintura, el collage, el ensamblaje o la escultura, si por algo es reconocido su trabajo es por las cabezas humanas vestidas con máscaras de cuero con cremalleras para abrir la zona de los ojos, la nariz y la boca, al modo de las máscaras que utilizan los que sigue prácticas sexuales de índole sadomasoquista, aunque el sentido que da Grossman a esas máscaras van más allá de una connotación sexual, que también tienen.
Criada en una granja en el estado de Nueva York, Grossman se va a la gran ciudad para estudiar arte en el Pratt Institute, y como primeras influencias tendrá las del pintor Richard Lindner y las del escultor David Smith. Del primero adquirirá conciencia de la importancia que tiene la línea “no sólo como instrumento para dibujar, sino como fundamento de la composición formal”, como señala Robert C. Morgan en el artículo Under the skin the body is an over-heated factory, publicado en Sculture Magazine en el número de julio/agosto 1998. De ese mismo artista aprendería una lección de integridad artística que Grossman nunca olvidará. De la parte de Smith cogerá la figuración mitológica que caracteriza a la obra de éste.
El desarrollo de Grossman como artista será en una ciudad de Nueva York en los años 60, es decir, en plena efervescencia del feminismo, del Black power, de la lucha por los derechos civiles y de la liberación sexual, entre otras muchas cosas. Es en esos años 60, a finales, en los que Grossman empieza a hacer sus cabezas talladas en madera y a las que viste con unas máscaras que además de reminiscencias sadomasoquistas, también tienen un aspecto ritualizador, un sentido mitológico “como si emergieran de la noche oscura del alma”, como dice Morgan, quien también afirma que Grossman comparte con Antonin Artaud “el conocimiento de un espacio inarticulado entre lo masculino y lo femenino, entre la mente racional y la represión del deseo”.
Para Grossman lo importante es el proceso de creación de la obra, la relación que establece con los materiales, sin que por ello niegue “el contenido psicológico, físico, y existencial que emana de su obra”, y sigo citando a Morgan. Unas máscaras que como escribió Grace Glueck en The New York Times en 2001, que transmiten “las propias experiencias represoras de la artista, o la represión de una sociedad que aprisiona las emociones y los sentimientos”.
Eso coloca a su obra en la intersección de las cuestiones relacionadas con la violencia, el deseo, el feminismo y la psicología, para completar un catálogo de obras poderosamente evocativas, ambiguas pero, al mismo tiempo, plenas de significado.
magnífica obra!!!
ResponderEliminarun gran saludo
Sí que lo es.
ResponderEliminarSaludos!!
Hola, me encanta tu nueva entrada.
ResponderEliminarEs un artículo magnífico,encuentro en Nancy Grossman a una artista
fantástica, me gustan sus esculturas y sus cabezas se salen
totalmente de lo corriente y hay
algunas que me impactan y me gustan
muchísimo...me encantaría tener una.
Un beso.-
Cierto que tiene una obra inquietante y muy atractiva por la potencia del mensaje y las formas que utiliza para comunicarlo.
ResponderEliminarBesos!!