“Es arte, pero ¿puede volar?” Esta pregunta apareció en la revista Life en los años 60 refiriéndose a una obra de esta escultora norteamericana, y por la misma década otro articulista se preguntaba: “¿Es un pterodáctilo? ¿Es una nave espacial? ¿Es una alcachofa o una gigantesca representación de los pétalos de una flor?”
Dos cuestiones que nos enmarcan un poco lo que es el complejo universo creativo de una artista que creció con el paisaje de fondo de la Segunda Guerra Mundial, y el de una madre que trabajaba en una fábrica haciendo piezas para submarinos. Las historias que escuchó en su infancia y juventud acerca de la guerra y el Holocausto, van a permanecer siempre muy vivas en la mente de una creadora que reivindica por encima de todo, la libertad creativa.
Empezó estudiando escultura en 1952, en la Art Students League, con William Zorich, y gracias a una beca Fulbright, en 1957, pudo viajar a Italia donde empezará a utilizar como herramienta de trabajo el soplete de acetileno. A su regreso a los Estados Unidos, un año más tarde, empezará a hacer ensamblajes monocromáticos montados sobre el muro, en algo que se convertirá en una de las señas de identidad de Lee Bontecou.
Una artista que consiguió hacerse un hueco en la galería de Leo Castelli, un personaje que por aquel entonces, el año 1960, trabajaba con gente como Warhol, Jasper Jones, Donald Judd, Frank Stella o Rauschenberg. Desencantada con las exigencias que impone al artista el mercantilismo, decidió abandonar a Castelli y refugiarse en las clases en el Brooklin College de la Universidad de Nueva York, en el que impartirá docencia durante dos décadas, hasta 1991, y en su casa en la zona rural de Pensilvania.
Bontecou siempre ha trabajo de una forma totalmente independiente en relación a corrientes artísticas y a movimientos sociales o políticos. Así siempre se ha mostrado contraria hacia aquellos que veían en su obra un componente feminista o relacionado con la sexualidad femenina. A ese último aspecto en alguna ocasión contestó diciendo que “el sexo es algo importante pero no es lo único”.
Empezó utilizando materiales encontrados, de origen industrial, elementos como la lona, el alambre, la arpillera, materiales que combina para crear unas singulares esculturas que desde el muro que les da soporte se proyectan hacia el espectador. A ello unirá elementos como cascos militares, la cúpula de plexiglás de un bombardero, corazas metálicas.
Elizabeth Smith, del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago decía, refiriéndose a la retrospectiva que ese centro dedicó a Bontecou en 2004, que “ella dibuja con el metal, pinta con el óleo. Una de las cosas en las que ha sido pionera ha sido en separar la escultura del suelo, para hacer algo que no es pintura pero que tampoco es escultura, sino algo que está a medio camino de ambas cosas”.
La obra de Bontecou, una vez que se asienta en Pensilvania, cobra un tinte más relacionado con el mundo natural, con una naturaleza en estado puro, que se convierte en su obra en una suerte de constelaciones de estrellas con base en material cerámico, que también remiten al mundo de los insectos creando un universo muy particular, sin cortapisas de ningún tipo que le sirven para seguir adentrándose en “el mundo natural con sus maravillas y sus horrores”, como ella misma dice.
muy muy interesante!
ResponderEliminarsaludos
¿Sabes que la primera imagen que nos muestras me recuerda la turbina
ResponderEliminarde un avión?...ya sabes que es algo
muy familiar para mí.Desde luego
encuentro la obra de Lee Bontecou
muy singular y me seduce, no sé si
es porque es la primera vez que la veo, pero me gusta.
Saludos.
Un beso.-
SONIO: Efectivamente coincido con tu valoración.
ResponderEliminarBuen fin de semana!!
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CALAMANDA: La primera vez que vi esa obra pensé en un cohete especial, pero tienes razón que la imagen de una turbina de avión también se le viene a uno a la mente.
Buen finde!!
Hola Alfredo, soy una estudiante del Grado de Historia del Arte y me gustaría saber tu primer apellido para poder citar este blog en mi trabajo. Gracias, un trabajo estupendo.
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