“Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad; modificar, transformar, mejorar, inventar, soñar la realidad. El artista es eso ante todo y muchas cosas más si se quiere, que pueden enriquecer su obra. Pero antes que nada ver distinto, sentir distinto, con acento propio. En mi caso ese acento va muy ceñido a la forma, a la forma objeto, a la forma color, a la estructura, al andamiaje riguroso, a la construcción sobria y medida. Eso sin perder una actitud vital, no siempre alcanzable, para que aparezca el resorte mágico o metafísico.” (Amalia Nieto)
Continúo mi exploración por el universo artístico femenino del Uruguay, con la figura de Amalia Nieto, una pintora en cuya obra se puede apreciar una suerte de clasicismo, entendiendo esto como unas composiciones medidas, estudiadas, donde todo está perfectamente definido, de tonalidades planas, en las que apenas si se esboza la profundidad, de paleta contenida, de formas claras. Siempre, claro está, hablando desde la generalidad porque luego tendrá otras series, como es el caso de la titulada Búhos, en las que esas características generales no se ajustan a unas obras de pincelada más suelta, con un acento más expresionista, en unas pinturas que podríamos decir que tienen más visceralidad que intelectualidad.
Una pintora que no se pudo sustraer a la influencia (algo parecido le había pasado a Petrona Viera) de Joaquín Torres García, un uruguayo de nacimiento pero de familia catalana, que vivirá una parte importante de su vida en España, para regresar en los años 30 a Uruguay y convertirse en uno de los dinamizadores más importantes de las vanguardias artísticas sudamericanas, y fundador del llamado universalismo constructivo que pone especial acento en los aspectos metafísicos del arte y al que dedicó un libro de 1.000 páginas en el año 1944.
Volviendo a Nieto, fue una artista que pudo viajar a Francia en tres ocasiones, que también tuvo una estancia en España, favorecida por la concesión de diferentes becas de estudios. La primera se la conceden en 1929, para pasar tres años en Francia y realizar estudios con André Lothe, en la Academia de la Grande Chaumiere, y estudiar Historia del Arte en París. En 1951 regresará a la capital francesa para estudiar museografía, y ahí dará comienzo a su serie de las calles de París, ciudad a la que regresará cuatro años más tarde, para estudiar la técnica del mosaico con Gino Severini y del grabado con Friedlander.
Sus primeras obras muestran claramente la influencia del constructivismo a la rusa pasado por Torres García, y el planismo, es decir, esa técnica de aplicar los colores en grandes superficies sin apenas gradaciones, y superpuestos unos a otros. Obras en las que se ven ecos de Cézanne por un lado, y del constructivismo por otro.
Cuando se vaya separando de los postulados de su maestro, irá soltando algo de ese rigorismo pictórico, para ir adquiriendo una mayor libertad creativa, y dando más protagonismo a la luz, dentro de un continuo viaje de ida y vuelta entre una suerte de abstracción, y digo suerte ya que la forma, el objeto concreto, nunca termina de diluirse absolutamente, y una tendencia más claramente figurativa.
Mención especial requieren sus Naturalezas muertas mentales, una serie de obras que se consideran la cumbre de la obra de Amalia Nieto y de las que en un artículo publicado en el periódico uruguayo La República el 10 de febrero de 2003, titulado Amalia Nieto, un refinado equilibrio, con firma de Nelson Di Maggio se dice: “(…) alcanzó la cima de su parábola creadora, utilizando un lenguaje coloquial y recoleto, de música de cámara, necesario para percibir con cuidado los sutiles matices de su propuesta estética. Le bastaron unos pocos utensilios domésticos, cercanos y cotidianos: cucharas, cucharones, cafeteras, mates, tazas y calderas. También limitó su paleta cromática, empleando apenas sutiles variaciones de grises, ocres y rosas, con la irrupción ocasional de algún negro o una intensidad jubilosa de color cálido en sus últimas obras, opuestas al monacal predominio de los blancos iniciales.”
“Nunca estoy totalmente conforme con mi pintura; a menudo estoy totalmente desconforme. En todos los casos siempre hay algo que debe ser mejorado y cuando un trabajo supera el anterior es ya una gran felicidad. Es un eterno estado de pesadilla, una pesadilla gozosa, si se quiere, como una carrera que se corre muy lentamente y siempre queda el tramo más difícil que cumplir. En eso estoy.” (Amalia Nieto)
Alfredo, Nieto y Viera lindos descubrimientos de la plástica uruguaya, la Nieto como sensación, sobre todo por los primeros cuadros mostrados en el post, me evocó a Juan Gris, no se que piensas. Lo de las naturalezas muertas mentales está genial. Un abrazo desde el páramo!!!
ResponderEliminarsutil, coloquial, dos palabras que podria unir a esa obra. No agregaré más al respecto, porque lo has dicho en forma excelente.
ResponderEliminarSolo subrayo que nuestos artistas reflejan lo que somos por aquí: un crisol de razas, con la vista siempre puesta hacia fuera, tratando de nutrirnos del aquí y allá (lamentablemente el aporte indígena, base de la pirámide poblacional en su orígen, fue exterminada, por lo que nos falta ese toque que en otros países latinoamericanos surge claro y detonante).
Un segundo abrazo por tu segundo post sobre la obra de estas mujeres uruguayas.
Para mí también han sido auténticos descubrimientos, que espero completar con los artículos que espero publicar el próximo viernes y lunes, dedicados a sus compatriotas María Freire y Águeda Dicancro. Cuatro mujeres que creo que reflejan bien la evolución artística uruguaya a lo largo del siglo XX y la entrada en el XXI.
ResponderEliminarLa referencia que haces a Juan Gris yo creo que es atinada, sobre todo en cuanto a la paleta, y algunas de las formas. También algo al cubismo de Ozenfant, tal vez.
Saludos desde Asturias!!
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CASANDRA: Me alegro que te hayan gustado estos dos artículos, espero que siga la racha con los dos que me quedan.
Todo arte es, creo yo, mestizo en cuanto que los artistas no viven en urnas y dejan que les influyan multitud de elementos, y es bueno que salgan y vean lo que ocurre en otros lugares para enriquecer su obra. Aunque falte sustrato indígena, Uruguay, me parece a mí, es un buen crisol entre lo americano y lo europeo.
Besotes!!
Sigo entusiasmada con tu serie sobre estas excelentes pintoras uruguayas.
ResponderEliminarAmalia me ha encantado.
Tiene mucha personalidad, sobria y minimalista casi siempre, pero con toques en el contenido intensos.
Un placer Alfredo, se agradece mucho tu trabajo.
Besiños!!
Muchas gracias. Todavía me quedan dos muy interesantes. Además de las características que citas, yo le añadiría que algunas de ellas tienen un aire a esos juegos infantiles de construcción que tienen piezas de madera.
ResponderEliminarAbrazos!!