Ensayo de Adiós hermano cruel. Julio Bocca y Eleonora Cassano.
Dos años lleva el extraordinario bailarín argentino Julio Bocca retirándose de los escenarios. Gira de despedida que le trajo hasta el Teatro Jovellanos de Gijón. El adiós definitivo será el próximo 22 de diciembre con un espectáculo al aire libre en la capital argentina.
Antes de eso nos dejó en la memoria los últimos coletazos de un genio, los últimos dibujos en el aire, la magia efímera de un espectáculo en el que los bailarines se vuelven ingrávidos en medio de una escenografía de luz que libera todo el espacio para dejar vía libre a la tragedia, para teñirse de color sangre en la culminación de una tragedia de incesto, venganza y muerte.
La historia está basada en la película del mismo título del italiano Giuseppe Patroni Griffi (1972), quien, a su vez, toma el argumento de una tragedia de los tiempos isabelinos, que se desarrolla en la ciudad de Mantua durante el Renacimiento titulado Pitty she is a whore (Lástima que sea una puta) de John Ford (1633).
Marco (Julio Bocca) y Lucía (Cecilia Figaredo) son hermanos, y Franco (Lucas Oliva) y Pedro (Lucas Segovia) son sus amigos. Forman un grupo de amigos que comparten juegos hasta que la vida les hace cambiar los caminos. Marcos irá por las letras, Franco por las armas y Pedro por la religión. Al paso de 10 años se produce el reencuentro, y Marco y Lucía descubren que aquella primera pasión adolescente se ha convertido en un amor adulto que finalmente consuman con el resultado del embarazo de Lucía.
Su padre le exige que se case y elegirá a Franco, enamorado de ella desde siempre; pero Franco descubre que ella no es virgen y además está embarazada lo que desatará su cólera. La única salida que queda a los amantes, en virtud de un viejo juramento, es que Marco quite la vida a su hermana. Luego reconocerá su acción ante la familia lo que desencadena la tragedia cuando Franco decida vengarse en toda la familia dejando a Marco para el final. Sobre un fondo de muerte y desolación, el pasado viene a atormentarle.
Todos los ingredientes de las tragedias de Shakespeare se dan cita en este espectáculo: amores imposibles, celos, venganza y muerte. No hay esperanza para los amantes y las heridas del orgullo sólo se pueden lavar con sangre, el honor pide una satisfacción en un ambiente de reminiscencias medievales. En un espacio etéreo, hecho de luz proyectada sobre el fondo con un diseño muy cuidadoso y que nos sumerge con total eficacia en el ambiente de cada escena.
Escenas en las que la belleza, amable o dramática, está siempre presente gracias a los cuerpos de los bailarines que logran transmitir, sin palabras, toda la emoción y la tragedia de una historia que está más allá del reino de las palabras, al otro lado de la frontera en la que solo los cuerpos tienen capacidad para contar. Las palabras son innecesarias, inútiles, ante unos cuerpos que rompen el aire siguiendo la música de Lito Vitale.
Los cuerpos se hicieron aire y tierra, elevándonos a los espectadores a un mundo de pasiones desatadas, en estado puro, sin matices, con la mirada flotando por encima de esos oscuros abismos en los que laten los instintos más primarios, aquellos en los que el amor y el odio más intensos se tocan, se confunden, comparten fuerza y expresión.
Al final la tragedia se consuma con toda su crudeza y el recuerdo del pasado feliz lo llena todo de una pesadumbre infinita. El telón se cierra y un coro de aplausos rubrica el éxito, y nos marca el camino del regreso.
Sos grande don Julio.
Antes de eso nos dejó en la memoria los últimos coletazos de un genio, los últimos dibujos en el aire, la magia efímera de un espectáculo en el que los bailarines se vuelven ingrávidos en medio de una escenografía de luz que libera todo el espacio para dejar vía libre a la tragedia, para teñirse de color sangre en la culminación de una tragedia de incesto, venganza y muerte.
La historia está basada en la película del mismo título del italiano Giuseppe Patroni Griffi (1972), quien, a su vez, toma el argumento de una tragedia de los tiempos isabelinos, que se desarrolla en la ciudad de Mantua durante el Renacimiento titulado Pitty she is a whore (Lástima que sea una puta) de John Ford (1633).
Marco (Julio Bocca) y Lucía (Cecilia Figaredo) son hermanos, y Franco (Lucas Oliva) y Pedro (Lucas Segovia) son sus amigos. Forman un grupo de amigos que comparten juegos hasta que la vida les hace cambiar los caminos. Marcos irá por las letras, Franco por las armas y Pedro por la religión. Al paso de 10 años se produce el reencuentro, y Marco y Lucía descubren que aquella primera pasión adolescente se ha convertido en un amor adulto que finalmente consuman con el resultado del embarazo de Lucía.
Su padre le exige que se case y elegirá a Franco, enamorado de ella desde siempre; pero Franco descubre que ella no es virgen y además está embarazada lo que desatará su cólera. La única salida que queda a los amantes, en virtud de un viejo juramento, es que Marco quite la vida a su hermana. Luego reconocerá su acción ante la familia lo que desencadena la tragedia cuando Franco decida vengarse en toda la familia dejando a Marco para el final. Sobre un fondo de muerte y desolación, el pasado viene a atormentarle.
Todos los ingredientes de las tragedias de Shakespeare se dan cita en este espectáculo: amores imposibles, celos, venganza y muerte. No hay esperanza para los amantes y las heridas del orgullo sólo se pueden lavar con sangre, el honor pide una satisfacción en un ambiente de reminiscencias medievales. En un espacio etéreo, hecho de luz proyectada sobre el fondo con un diseño muy cuidadoso y que nos sumerge con total eficacia en el ambiente de cada escena.
Escenas en las que la belleza, amable o dramática, está siempre presente gracias a los cuerpos de los bailarines que logran transmitir, sin palabras, toda la emoción y la tragedia de una historia que está más allá del reino de las palabras, al otro lado de la frontera en la que solo los cuerpos tienen capacidad para contar. Las palabras son innecesarias, inútiles, ante unos cuerpos que rompen el aire siguiendo la música de Lito Vitale.
Los cuerpos se hicieron aire y tierra, elevándonos a los espectadores a un mundo de pasiones desatadas, en estado puro, sin matices, con la mirada flotando por encima de esos oscuros abismos en los que laten los instintos más primarios, aquellos en los que el amor y el odio más intensos se tocan, se confunden, comparten fuerza y expresión.
Al final la tragedia se consuma con toda su crudeza y el recuerdo del pasado feliz lo llena todo de una pesadumbre infinita. El telón se cierra y un coro de aplausos rubrica el éxito, y nos marca el camino del regreso.
Sos grande don Julio.
Tango. Carlos Saura. Bailan Julio Bocca y Carlos Rivarola.
La de años que no voy a ver una ballet, en realidad solo he ido una vez en mi vida, y porque actuaba mi prima, aficionadilla
ResponderEliminarBuen artículo y buenos vídeos. Aunque es cierto que tampoco el ballet es lo mío. Quizás lo he probado poco.
ResponderEliminarSaludos
¿Qué tal Jesús? Sin duda espectáculos como el de Bocca merecen el esfuerzo. Yo no soy un entendido en absoluto en la materia pero disfruté mucho.
ResponderEliminarUn saludo!
Hola Natalia!
Gracias por la felicitación. Yo tampoco soy un asiduo de este tipo de espectáculos, pero cuando puedo me gusta ir aunque prefiero la danza contemporánea al ballet clásico. Aquí en Asturias tenemos a Zig Zag danza y merece la pena verlos.
Saludos!!
Ayyy!! Que envidiaaa asturianoo!! qUE BUEN DISFRUTEE HAS TENIDOO!! y tu relato ¡lo dice todoo!! Me pone muy contenta que te haya gustado ;) Venite en Diciembre verlo!!;) jeje... abrazote!
ResponderEliminarNada me gustaría más que poder ir a despedir a Bocca a Buenos Aires. Sería algo increíble. Seguro que va a ser algo que se recuerde durante muchos años. Quién sabe lo que puede ocurrir de aquí a diciembre.
ResponderEliminar¿Nos tomaríamos unos mates, supongo? jejejeje.