Esta película tiene una doble importancia. Por un lado fue la primera película sonora que se rodó en Alemania, después de que en 1927 se rodara en los Estados Unidos El cantor de jazz, que fue la obra que abrió el camino al cine sonoro. Por otro, supuso el lanzamiento de Marlene Dietrich como un símbolo viviente de la mujer seductora, absolutamente irresistible y también perversa, que sigue vivo aún después de su muerte acontecida en París en 1992.
Sternberg sería el culpable de que la Dietrich se convirtiera en diva, en un momento en el que la actriz y cantante llevaba a sus espaldas una docena de películas de escaso renombre, lo que la había llevado a pensar en abandonar el cine. Cuentan que la Dietrich cuando se presentó al casting de la película, lo hizo vestida con un ajustado vestido corto, medias negras sujetas con unas ligas perfectamente a la vista y coronado todo ello por un sombrero de copa, empezó a entonar las primeras notas de Enamorándome de nuevo y el mito empezó su desarrollo.
Sternberg sería el culpable de que la Dietrich se convirtiera en diva, en un momento en el que la actriz y cantante llevaba a sus espaldas una docena de películas de escaso renombre, lo que la había llevado a pensar en abandonar el cine. Cuentan que la Dietrich cuando se presentó al casting de la película, lo hizo vestida con un ajustado vestido corto, medias negras sujetas con unas ligas perfectamente a la vista y coronado todo ello por un sombrero de copa, empezó a entonar las primeras notas de Enamorándome de nuevo y el mito empezó su desarrollo.
El ángel azul fue posible gracias a la insistencia de Emil Jannings, un reputado actor con una sólida carrera anterior (por la película La primera orden, 1928) había obtenido el primer Oscar otorgado a un actor), por supuesto en el cine mudo, quien logró convencer al productor Erich Pommer de los estudios UFA para contratar a von Sternberg y llevar adelante la adaptación de la novela de Heinrich Mann (hermano de Thomas Mann) Professor Unrat.
La historia cuenta como un profesor, Immanuel Rath, ya mayor se enamora de una cantante de cabaret, Lola Lola, después de que acudiera al cabaret en busca de sus alumnos para convencerles de que no cayeran en la tentación de acudir a sitios de tan dudosa moralidad. Ahí se inicia una relación que lleva al profesor hasta los sótanos más profundos de la degradación personal, de un enamoramiento tan irracional que no solo le lleva a casarse con la cantante, mucho más joven que él y de un irresistible atractivo físico, sino que también acabará actuando en el espectáculo.
Relación que sólo puede acabar en tragedia, y que en su desarrollo nos depara momentos absolutamente inolvidables, con unos personajes ambivalentes capaces de amar y de odiar al mismo tiempo los ambientes en los que se mueven, mientras un payaso observa en silencio como la tragedia se va gestando, con dos actores protagonistas que están a un nivel que impresiona.
Cada plano, cada detalle, cada palabra, cada silencio, cada mirada (cuando Lola y el profesor se miran, sobran las palabras, ya lo dicen todo, no es necesario que digan nada), le dan a esta película una plasticidad tremenda, muy deudora de los presupuestos del cine expresionista, que luego tanta influencia tendrán en el cine norteamericano de los años siguientes, al servicio de un guión que deja muy poco hueco al optimismo.
La historia de una cruel destrucción personal. Esa frase podría resumir de una forma muy genérica, el viaje que realiza el personaje del profesor que desde el mismo momento en el que entra en contacto con Lola Lola queda atrapado en la tela de araña de una joven muy bella, sabedora de que lo es, con una coquetería que hace creer a los hombres que puede ser una presa fácil, mientras que su casi anciano marido no puede evitar la dependencia emocional en relación a tan extraordinaria criatura por la que será capaz de perder la dignidad, su posición social y mucho más.
La tragedia de un hombre que busca su libertad rompiendo con los viejos esquemas constrenidores, y en esa búsqueda de la felicidad acabará por sufrir una cruel venganza del destino y de una sociedad que no le perdona esa renuncia a todo lo socialmente establecido, a lo que es de buen tono en una persona respetada como era en su vida anterior. Luego ya convertido en un auténtico pelele, hará un postrer viaje por unas calles opresivas, de sombras demasiado largas como para no pensar que van a alcanzarnos, mientras Lola canta a horcajadas sobre una silla y sonreír mientras recibe los aplausos del público.
veo que sigues con dietrich, me parece bien, gran pelicula, esta la e visto.
ResponderEliminarun abrazo!
Con las dos películas, más las canciones suyas a las que he dedicado un par de entradas en meses anteriores, creo que ya puedo dejarla descansar un poco, al menos hasta que vea otra película suya. Pero seguro que volveré a caer en la tentación.
ResponderEliminarGracias y un saludo muy cordial.
la dietrich, qué mujer...veo que eres un hombre de teatro y cine, de las artes...muchas gracias por visitar blogs ajenos...Le echaré un vistazo más detenidamente!
ResponderEliminarSaludos desde Sevilla
Dietrich fascinante. Gracias por la visita y tienes las puertas abiertas para cuando te decidas a volver a pasar por aquí. Yo seguiré leyéndote y dejándote algún comentario.
ResponderEliminarUn saludo desde este lejano norte!