miércoles, 28 de marzo de 2007

Lorca eran todos

Día mundial del teatro y la mejor manera de celebrarlo era acudir a ver una obra en el Teatro Jovellanos de Gijón, donde se programaba la obra del autor catalán, Pepe Rubianes, Lorca eran todos, cuyo argumento gira en torno al fusilamiento, casi mejor decir asesinato, del poeta y dramaturgo andaluz, Federico García Lorca.

Pepe Rubianes, también director del montaje, opta por mostrar una escena absolutamente desnuda, con tan solo 8 sillas, dos taburetes y dos cubos, en un armonía en negro de sobriedad y elegancia totales, y dejando todo el protagonismo por lo que a la creación de los espacios y de las atmósferas, a una iluminación sutil de diseño sensible y perfectamente integrada en los acontecimientos que se van sucediendo.

En este aspecto son especialmente reseñables los momentos en los que se escucha en off una arenga del general franquista Queipo de Llano, anunciando la próxima entrada de sus tropas en Granada y como las mujeres se iban a enterar de lo que eran hombres de verdad en cuanto conocieran a sus legionarios. Momento subrayado por una bailarina (Laura Galán) que representa a la muerte (como con mucha perspicacia descubrieron dos espectadores detrás mío después de un buen rato de obra, con el consiguiente comentario, claro) iluminada por una luz rojiza que da al momento una gran fuerza dramática. Algo que se vuelve a repetir en el momento en el que Lorca va a encontrarse con la muerte.

Desde el punto de vista actoral, el director tiene el gran acierto, desde mi punto de vista, de optar por unas actuaciones contenidas, sobrias, huyendo de toda exageración o histrionismo. Actores de expresión contenida, algo poco valorado en este país de extremos, pero eficaz, siempre al servicio de lo que se quiere contar, destacando especialmente Eloi Benet y Esteban Labari, y con una música en ocasiones prácticamente inaudible pero que hacía notar su presencia igualmente, para terminar de subrayar la expresión oral. En otros casos, se recurre directamente a sonidos producidos por los actores para acentuar algunos momentos, como si de un coro de la antigua Grecia se tratara.

Otro gran acierto que tiene la obra, es el hecho de que el personaje de Federico lo interpreta una mujer (con algún problemilla con el acento andaluz, acento que se perdía en ocasiones), para representar a un personaje de una sensibilidad más cercana a presupuestos que se consideran patrimonio femenino, que a la que se presuponía a los hombres de la época (e incluso de hoy). Federico es el personaje que introduce la nota de color, por cuanto es el único que vista de blanco, en medio de personajes vestidos de negro, probablemente el único de los colores posibles que aquella España fratricida, con una parte capaz de asesinar a un hombre de la cultura por mero capricho, a pesar de haberse refugiado en casa de unos amigos falangistas cuyo papel en la realidad parece que estuvo menos claro de lo que se nos dice en la obra de Rubianes.

En lo que tiene que ver con Lorca y su muerte, la predisposición del público está perfectamente clara del lado del poeta y dramaturgo, y en contra de la barbarie, de ahí que sea fácil epatar con los espectadores por ese lado, así que podríamos considerar que en ocasiones el texto busca esa complicidad "fácil", eso que tiene ganado, y en el que algún flash-back, especialmente, el posterior a la muerte de Lorca, tiene un encaje que no es todo lo redondo que sería de desear.

En el último párrafo del programa Rubianes escribe: "Este trabajo es un homenaje a Agustín Penón, Ian Gibson, Molina Fajardo y a todos los que han trabajado en la investigación del final del poeta, que fue también el final de una España democrática que un grupo de canallas en nombre de su Dios y del dinero mandaron a la muerte. También es un homenaje a ese gran grupo de personas que andan buscando, con mínima ayuda, los restos de sus parientes en fosas comunes a todo lo largo y ancho de las carreteras y montes del país, porque Lorca... eran todos."

Con todo y con ello, un montaje absolutamente recomendable.

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