viernes, 9 de febrero de 2007

Time

"El amor puede hacer que una mujer coja un autobús o puede aplastar a un hombre bajo el peso de una pluma".

Esa frase extraída de la novela de Martin Amis Campos de Londres, me sirve como introducción a esta entrada dedicada a comentar la última película del director coreano Kim Ki-duk, que lleva por título Time.

Porque, entre otras cosas, Time es una historia de amor, pero también de posesión, celos enfermizos, obsesión, dolor, mentira, esperanza, maltrato, sexo deseperado. Son muchos los ingredientes que agita Kim Ki-duk en su peculiar coctelera para conseguir una película que baja a los más bajos fondos de la pasión amorosa para componer una historia de esas que se ven muy de tarde en tarde por la potencia que logra.

Todo rodado con una extrema sensibilidad, incluso en aquellas escenas que pueden resultar más desagradables para el espectador, los momentos violentos o las virulentas discusiones que se generan casi siempre en el mismo café. Eso unido a una luz especial consigue que el espectador se sienta incómodo, casi tanto como unos personajes perdidos, en un entorno donde se ofrece una vida nueva, novedad que termina por convertirse en una sombra amenazadora, siempre vigilante, miradas profundas y deseos que terminan por cumplirse haciendo verdad ese adagio que advierte: "Tened cuidado con lo que soñais porque puede convertirse en realidad".

Belleza fría de esculturas acogedoras que señalan horizontes imposibles de alcanzar por el ser humano, mientras buscan el reconocimiento a través del tacto, del contacto físico, también mentiroso, porque también es posible mentir con el cuerpo, pero nunca con la mirada aunque los ojos se nieguen a reconocer.

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