Televisión
mediante hace unos días pude descubrir esta película de 2010, dirigida por
Debra Granik, y que ha sido galardonada en diversos festivales incluidos los de
Sundance (mejor película dramática y mejor guión) o Berlín, entre otros además
de sumar cuatro nominaciones a los Óscar, aunque sin suerte.
Nos
encontramos ante una tragedia en el ambiente rural de una zona montañosa entre
los estados de Missouri y Arkansas, donde sus pobladores viven de una forma muy
similar a la de los pioneros del oeste: cabañas de madera, una mínima ganadería
caballar si acaso, y la caza como recurso alimenticio. Un mundo cerrado sobre
sí mismo, regido por unas leyes no escritas pero no por ello menos estrictas, y
cuya vulneración provoca consecuencias inmediatas.
Un mundo
también en el que las mujeres tienen un papel absolutamente fundamental, como
guardianas y protectoras, mientras los hombres se dedican al tráfico de drogas,
pero son ellas las que toman las decisiones, las encargadas de mantener los
estándares morales en ese microcosmos, y, en caso necesario, encargadas de
impartir una particular justicia violenta, e incluso cuando se generan momentos
de ternura, el trasfondo violento siempre está vivo.
En esta
historia protagonizada por una adolescente de 17 años, obligada a convertirse
en la cabeza de familia a cargo de una madre enferma y dos hermanos pequeños,
con su padre en la cárcel por cocinar metanfetaminas, a punto de perder la casa
después de ser puesta como fianza para la salida de la cárcel de un padre al que todo el mundo busca pero nadie
logra encontrar.
La necesidad
de proteger a su familia, obliga a la joven, magníficamente interpretada por
Jennifer Lawrence, a emprender un camino sin fin cierto para encontrar a su
padre. Eso le va a obligar a adentrarse en las oscuridades del microcosmos en
la que está inserta, y recorrer caminos vitales tan intrincados como los
abiertos en un bosque fantasmal, de árboles desnudos y naturaleza poco o nada
amable y que termina convirtiéndose en un protagonista más de la película.
Poco a poco
van aumentando las dosis de tensión, las dosis de violencia, eso sí, sin
desbordarse en ningún caso, sino surgiendo de repente, de forma inesperada,
según se nos van insinuando, porque son pocas las cosas que se nos cuentan con
claridad, los secretos de ese mundo en el que la verdad es demasiado terrible.
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