Cinco episodios ponen fin a la cuarta y
última temporada de Treme, una serie de la que ya me he ocupado aquí y aquí.
Una obra maestra de la televisión salida, una vez más, de la mano de David
Simon, un guionista que parece especializado en crear historias que le dejan a
uno con un regusto nostálgico y con la sensación de haber visto algo más que
una serie de televisión.
Si después de The Wire entendería que nunca
le vayan a nombrar hijo predilecto de Baltimore, por el retrato que dibujó de
la ciudad y de sus miserias, que son las mismas de tantos otros sitios, lo que
no entendería en absoluto es que no fuera absolutamente reverenciado en todas y
cada una de las calles de Treme, uno de los barrios de mayor solera musical de
Nueva Orleans.
Una ciudad golpeada con una dureza
extraordinaria por el huracán Katrina en 2005, situación que sirve de punto de
arranque de la serie, y que culmina con la llegada de Obama a la presidencia de
los Estados Unidos para su primer mandato. Lo que venía siendo una situación
caótica, con las autoridades empeñadas en ahogar la espontaneidad de la ciudad,
negar su cultura y su tradición de música callejera, se convierte en un rayo de
esperanza con el primer presidente negro de la historia del país que se
trasladará a las vidas de los personajes de la serie.
A lo largo de las cuatro temporadas
desfilan por Treme cocineros, bohemios de toda clase y condición, jefes indios,
policías corruptos, buitres inmobiliarios, periodistas y abogados defensores de
los derechos civiles y, sobre todo, músicos, muchos músicos, muchos y grandes
músicos, porque Nueva Orleans no se entiende sin el crisol de ritmos musicales
que forman parte fundamental de su idiosincrasia, y exportados con enorme generosidad
a las cuatro esquinas del mundo.
Un territorio mestizo en el que se cruzan
las tradiciones de los emigrantes franceses, españoles, anglosajones, de los
nativos americanos, de los esclavos negros africanos, todos mezclados, todos en
una convivencia cultural francamente envidiable y que se lleva, como no podía
ser de otra forma, a la cocina, porque en esta serie también se cocina mucho y
muy bien. La riqueza gastronómica y la musical juntas de la mano.
Cuatro temporadas memorables para recorrer
las calles de una ciudad devastada que lucha por erguirse con orgullo sobre los
pilares de la cultura, de su identidad musical, gastronómica y de una forma
particular de entender la vida y las relaciones más cercana a nuestra
concepción mediterránea que a la estricta visión anglosajona, más preocupada
por el tener que por el ser.
El espíritu sigue ahí, metido en una
corriente telúrica que ningún huracán ni ningún poderoso especulador podrá
controlar, ni siquiera se puede soñar con domesticar, y es esa corriente en la
que bebe la ciudad y sus habitantes para coger fuerzas para luchar por volver a
ser lo que fueron, lo que son de verdad, para salir a la calle y reivindicar
con orgullo su música, su Mardi Grass, su cocina y todo aquello que los
convierte en únicos y especiales y que hace de Nueva Orleans una ciudad
igualmente única.
Saludos afectuosos y espero que estés disfrutando del verano.
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita.
Un abrazo.
Tengo que ponerme al día con muchas de tus excelentes recomendaciones.
ResponderEliminar¿cómo va el verano?
deseo que muy bien.
besos
BALAMGO: Gracias y espero que tu verano esté siendo muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo!
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CASS: De verano siempre bien :)
Un besote!