Reconozco de antemano que tengo
prejuicios negativos cuando escucho que Hollywood o cualquiera de las
televisiones norteamericanas, preparar un remake de una historia de éxito, bien
sea del cine clásico de los propios Estados Unidos o de alguna película o serie
de televisión que haya tenido éxito en Europa.
A esa situación siempre me
enfrento desde la actitud recelosa del “a ver qué crimen han cometido estos
yanquis otra vez”, y con ese punto de vista me puse a ver la recién terminada
(el último episodio se emitió el pasado día 26), The Bridge, remake de la
magnífica Bron / Broen (El Puente) de la que ya me he ocupado en este mismo
espacio.
Como ya he dicho otras veces en
el blog, a veces me dejo llevar sin piedad a lomos de mi subjetividad y en este
caso es lo que voy a hacer. Ya desde el minuto uno de The Bridge ya me dí
cuenta de que el visionado de los 13 episodios iba a ser enormemente
dificultoso y es que la pareja que forman la alemana Diane Kruger y el mexicano
Damián Bichir, es absolutamente imposible. Hacía mucho tiempo que no veía a dos
personajes tener menos química en pantalla que estos dos.
Probablemente condenados ambos a
dar vida a unos personajes a los que se pretende dotar, supongo yo, de una
profundidad psicológica que en ningún momento se llega a dar, y mucho menos si
lo comparamos con las actuaciones que firman sus compañeros suecos y daneses en
la serie original.
Con un espacio geográfico cargado
de tanto dramatismo, sufrimiento, violencia y muerte, como es el que transcurre
entre las ciudad mexicana de Ciudad Juárez, tristemente famosa por el femicidio,
y la norteamericana de El Paso, la historia que nos dejan los guionistas carece
totalmente de pulso, de agarre emocional, de algo que nos conmueva de alguna
forma. Dicho sea esto en términos generales, porque sí es cierto que hay
algunos momentos que tienen su impacto, pero son los menos.
Uno de los episodios no lo pude
ver en televisión, así que me lo busqué en el océano de Internet y lo localicé
en versión original subtitulada, y ahí me llevé una sorpresa que sí que no me
esperaba, por negativa. Resulta que el actor mexicano en la versión original se
le escucha hablar un inglés con acento norteamericano perfecto, mientras que su
español está teñido de un acento también estadounidense que resulta
tremendamente chocante. Del mismo modo, el doblaje al español con que se ha
emitido por aquí es de meter miedo un rato largo.
En definitiva, fracaso total de
la adaptación a tierras más soleadas de un drama teñido de gris nórdico, con un
final especialmente chusco y que me vuelve a reafirmar en la profunda creencia
de que para expresar sentimientos profundos no hace falta cargarse de muecas,
ni dar unas voces de espanto. El histrionismo normalmente intenta enmascarar lo
que falta de verdad.
Esta opinión totalmente subjetiva
no coincide con la de algunos críticos televisivos de este país, que le vamos a
hacer, ni al parecer con el criterio de la cadena norteamericana FX que ya ha
anunciado una segunda temporada. En fin, es lo que hay.
Nota al pie: Ya solo faltan cuatro.
Nota al pie: Ya solo faltan cuatro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario