Es muy difícil, por no decir
imposible, encontrar en una película mayor galería de sinvergüenzas, vividores,
traidores, borrachos, ladrones y no sé cuantos adjetivos más aplicar, que en
las películas de Emir Kusturica. Sin embargo, a pesar de todas esas
connotaciones negativas a priori, es también la mayor galería de personajes
hacia los que es imposible no sentir ternura o cercanía.
Y eso es así de la mano del ácido
sentido del humor que despliega Kusturica habitualmente y que se ve
perfectamente en esa película de 1995, galardonada con la Palma de Oro en el
festival de Cannes.
Una película larga (la versión
para la televisión alcanza las cinco horas), para contar con el tono
surrealista y subversivo habitual, la historia de la extinta Yugoslavia desde
la Segunda Guerra Mundial, a la dictadura de Tito y las guerras balcánicas que
siguieron a su fallecimiento.
Tres momentos cruciales en esta
parte de Europa que le sirven a Kusturica para descargar toda la fuerza de su
crítica hacia los nacionalismos, la política y los que se aprovechan del río
revuelto para obtener beneficios sin importarles nada más.
El desarrollo loco de la historia
en la que todo viene marcado por el ritmo no solo de acontecimientos, sino también
de una música excelsa de Goran Bregovic, que subraya espectacularmente cada
momento de la película hasta convertirse en un auténtico protagonista de la
misma.
Todo es excesivo, barroco,
delirante y los personajes están imbuidos en un discurrir de los acontecimientos
que se los lleva, los conduce por caminos borrascosos, y los lleva a fiestas y
banquetes pantagruélicos, convertidos en una auténtica forma de vida.
La película empieza y termina con
una fiesta, con un remate nupcial y una imagen muy sugestiva de una falla en el
terreno que hace que un trozo de tierra salga navegando río adelante con un
rumbo incierto, tan incierto como el que vivía la antigua Yugoslavia después de
las guerras de Bosnia y Croacia.
Casi (o sin casi) un canto a un antiguo país
desaparecido en medio de unas irresistibles tensiones interiores que provocaron
el cataclismo final, y ahí no hay inocentes, solo culpables y Kusturica dispara
contra todos ellos sin piedad y, tal vez, con un punto de nostalgia por un país
cuya creación artificial y la diferente actitud en momentos cruciales de su
historia terminó por desgarrar las costuras.
Siempre me ha gustado las películas de Kusturica, así que esta que no he visto me gustará. Saludos, Alfredo.
ResponderEliminarNo conocía a Kusturica hasta ahora que lo sacas a colación tú, pero lo tendré en cuenta para próximas ocasiones.
ResponderEliminarUn abrazo.
No conocia esta peli, así que como Kusturika es un cineasta y un músico que me fascina intentare conseguirla, parece muy buena recomendación
ResponderEliminarSaludos
Mundo subterráneo ajeno a la realidad, barroca película de Kusturica, tendiendo al exceso, mirada a la historia desde su forma de verla, excelente música a ritmo palpitante esas trompetas. Prefiero "Gato negro, gato blanco" como decididamente anarquista sin tanta metafísica. La música de Goran Bregovic,anillo al dedo.
ResponderEliminarBesitoooooo.
PACO: Si eres fan del cine de Kustu, esta peli no puedes dejar de verla. Sus claves cinematográficas en estado puro.
ResponderEliminarUn abrazo!!
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BALAMGO: Un cineasta de esos que no dejan indiferente, sus películas son siempre alocadas, con muchísimo humor, la mayor parte de las veces negro, y una música espléndida.
Abrazos!!
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JESUS: Yo ya la he visto varias veces y ya sabes que las pelis de Kustu hay que verlas más de una vez para lograr descubrir todas las claves de su rico universo fílmico.
Un saludo!!
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NATALIA: A mí también me gusta mucho Gato blanco, gato negro, como el resto de su filmografía. Realmente me cuesta mucho poner una de sus películas delante de otra. Y la música sencillamente poderosa.
Un beso!!
Kusturica hoy por hoy de lo mejor de la cinematografia mundial de todos los tiempos
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