Tenemos un bar en el que se dan cita
personajes de pelajes muy diversos, un personaje cínico solo preocupado por sí
mismo, un pianista, una chica irresistible, miembros de la resistencia, policías
vendidos al gobierno de Vichy, estamos en plena Segunda Guerra Mundial.
Con todo eso parece que estemos hablando
de Casablanca, ese clásico inmortal de Michael Curtiz rodada en 1942, y sin
embargo, lo que tenemos delante es otro clásico no menos inmortal, rodado dos
años más tarde por Howard Hawks, uno de esos directores que ha dejado para la
historia del cine un puñado de películas inolvidables.
El propio productor, James L. Warner
explotó comercialmente los parecidos de partida entre las dos películas, algo
que debió de contribuir al éxito de la película pero seguramente menos que la
química entre una adolescente Lauren Bacall y un veterano como Humphrey Bogart,
que fue mucho más allá de la pantalla y se trasladó a la vida real gracias
precisamente a esta película que supuso el estreno en el mundo del cine de
Bacall.
Un debut absolutamente inmejorable desde
la primera frase, esa mítica petición de fuego para encender un cigarrillo
mientras su mirada se desliza por el espacio, para seguir con aquello de: “Conmigo no tienes que fingir. No tienes que
decir nada. Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no? Sólo tienes que juntar
los labios y soplar. Y yo acudiré a tu llamada”.
El flirteo
irónico, inteligente, con palabras que se cruzan en una suerte de esgrima
verbal de muchos quilates termina de atraparnos incluso más que la peripecia
del resto de personajes, y mucho más cuando entra en escena una rubia capaz de
despertar los celos de “La Flaca”, lo que genera algunos momentos de esos que
se quedan grabados en la mente del espectador.
Lo demás es un
viaje hacia la implicación de un capitán de barco que vive de llevar a pescar a
compatriotas norteamericanos, mientras alrededor bulle la guerra en una isla
como la Martinica, dividida entre los fieles al gobierno fascista de Vichy y
los partidarios de la resistencia. Será la agresión a su amigo lo que impulse a
Morgan a implicarse en el mundo que le rodea y lo hará poniéndolo todo en
riesgo.
Una gran
película basada en una novela cuyo autor, Ernest Hemingway bromeaba (o no)
diciendo que la había escrito sentado en la taza del váter en un momento en el
que el dinero no le hacía falta, y que llegó al cine gracias a una apuesta de
Hawks que apostó a que era capaz de convertir en una película de éxito la peor
novela de Hemingway. Y lo consiguió, aunque también es cierto que introduciendo
cambios significativos en la ambientación y en el desarrollo de alguno de los
personajes.
Con eso y con
la colaboración de otro Premio Nobel como William Faulkner, junto con Jules Furthman,
se generaron los diálogos que tanto tienen que ver en la perdurabilidad de esta
película convertida, por derecho propio, en un clásico imprescindible.
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