“Empecé a dibujar cuando un psicólogo me dijo que debería dibujar. Entonces empecé a dibujar. Empecé a aprender, dibujando en un instituto cercano a mi casa y cuando dejé el ejército comencé a estudiar arte. Pintaba y dibujaba y, cuando finalicé los estudios, empecé a escribir para los periódicos, al mismo tiempo que retomaba el dibujo. Llegó un momento en el que me aburrí de todo eso y pensé en empezar a filmar. Mi padre había comprado una cámara y me entraron ganas de hacer algo diferente al dibujo… En ese momento escribí un guión y usé la cámara de mi padre para filmarlo”.
Esos son los inicios artísticos de Keren Cytter explicados por ella misma en una entrevista con Lorena Muñoz Alonso. Una vez que cogió la cámara paterna el siguiente punto de inflexión vino de la mano de una beca que le permitió irse a Amsterdam a estudiar en la escuela De Ateliers.
Ese es el auténtico punto de arranque de la carrera de esta creadora que está logrando el reconocimiento del mundo artístico gracias a su obras videográficas, aunque también tiene publicadas cuatro novelas, libros de poesía e incluso un libreto para una ópera de cámara.
Para sus historias visuales, Cytter suele recurrir a amigos para dar vida a unos personajes que nos hablan de amor, de relaciones, de odio, de dramas cotidianos. Eso en unas historias que la israelí nos muestra de forma fragmentada, en un formato en el que se difuminan las leyes que rigen la narración cinematográfica.
Toma los distintos elementos que configuran esa narración: el guión, los personajes, las voces, las imágenes… y los recombina de una forma absolutamente libre, de tal forma que en sus historias nos encontramos con repeticiones, voces que se superponen unas a otras, actores que pierden el personaje y se dirigen a la cámara desde ellos mismos.
Lo mismo hace con los géneros, en una narrativa que lo mismo se adentra en los terrenos del documental, que en el del melodrama o la comedia. En la mesa de edición, Cytter coge el material y lo recombina hasta dar lugar a esa narrativa fragmentada, difusa, difícil de seguir, que la caracterizan.
Historias desarrolladas en interiores desornamentados, fríos, poco acogedores en los que se viven historias de incomprensión, de confusión, en la búsqueda por retratar la complejidad de las relaciones entre las personas, y como la comunicación o la incomunicación conforman eso que entendemos como la identidad propia y la ajena, ese microcosmos de confusión y de contradicciones en el que nos movemos todos los días.
Una creadora que encuentra su reconocimiento y con quien establecer conexión con su arte, sin lugar a dudas es ya un ser afortunado. El mensaje que nos trae, sin lugar a dudas encuentra eco en este mundo que como bien dices se reduce a un microcosmos de confusión y contradicciones.
ResponderEliminarUn gran abrazo y una muy buena semana.
Son vídeos tan fragmentarios como nuestras propias percepciones acerca de lo que nos rodea, con idas y venidas en medio de las dudas abundantes y las escasas certezas.
ResponderEliminarBuena semana!!