Con una buena formación universitaria en latín, historia y literatura, adquirida en las universidades de Kiev y San Petersburgo, esta descendiente de una familia noble, se convertiría en una de las poetisas más importantes de Rusia, vinculada en un principio al movimiento acmeista. Un movimiento que, por oposición al simbolismo, quería que las palabras tuvieran un significado exacto.
Como otros artistas y movimientos de la Rusia posrevolucionaria, en un primer momento fueron colocados a la vanguardia de esa revolución que tenía que traer un orden nuevo a una sociedad en la que los artistas iban a ocupar un lugar preeminente. Eso cambió radicalmente con la llegada de Stalin al poder y la imposición de ese Realismo socialista que terminó con un momento enormemente creativo.
Aunque durante la guerra mundial, Ajmatova pudo publicar algunos de sus poemas en los periódicos, su voz terminó por apagarse oprimida por la persecución a la que fue sometida por las autoridades comunistas, incluyendo la deportación.
Cuando escuches el trueno me recordarás...
Cuando escuches el trueno me recordarás
Y tal vez pienses que amaba la tormenta...
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
Y el corazón, como entonces, estará en el fuego.
Esto sucederá un día en Moscú
Cuando abandone la ciudad para siempre
Y me precipite hacia el puerto deseado
Dejando entre ustedes apenas mi sombra.
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Sótano del recuerdo
Es pura tontería que vivo entristecida
y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida
y allí me siento trastornada.
Cuando con el farol al sótano desciendo,
me parece que de nuevo un sordo hundimiento
retumba en la estrecha escalera empinada.
Humea el farol. Regresar no consigo
y sé que voy allí donde está el enemigo.
Y pediré benevolencia... pero allí ahora
todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó!
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
hace treinta que el pícaro de viejo murió...
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna!
Ya no puedo lucirme en parte alguna,
pero rozo de las paredes las pinturas
y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla!
a través del moho, la ceniza y la negrura
dos esmeraldas grises brillan
y el gato maúlla. ¡Vamos a casa, criatura!
¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?
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Dedicatoria
Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo "mazmorras de la trena"
y una melancolía que es la muerte.
Para quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso -
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y del soldado el pesado paso.
Nos levantamos como para la misa de madrugada,
caminábamos por la ciudad incierta,
para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
mas la esperanza a lo lejos canta cierta...
La sentencia... y las lágrimas brotan de repente,
ya de todo separada,
como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
pero marcha... vacila... aislada...
¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
de mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo.
Sinceramente no la conocía, pero a merecido la pena leer los poemas que has puesto de ella.Me parece una mujer con mucho sentimiento.
ResponderEliminarAbrazos.
Magnificamente emotivo y bello. Un placer leerla.
ResponderEliminarun abrazo para ti.
BALAMGO: La extensa y profunda Rusia tiene todavía muchos misterios que enseñar al mundo. Esta mujer, como tantos otros de sus compatriotas, tuvo que permanecer en hibernación obligada durante décadas. Tal vez por eso su poesía tiene ese sentimiento.
ResponderEliminarUn abrazo!!
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CAS: Ajmatova tiene mucho de eso que podemos llamar el alma rusa, ese contraste entre el frío de un clima inmisericorde, y el calor humano y la necesidad de relación y de vida que explota después de un largo invierno.
Un beso!!